miércoles, 27 de mayo de 2009

El síndrome de la rabia proyectada.

No puedo odiarle, no es que me lo haya propuesto, es que no me sale, aunque sí hay ira acumulada para la cual debe haber una vía de escape, una salida rápida, y hoy la he encontrado. Su amigo el “parras”.
Lo veo paseando con esa parsimonia que les caracteriza, con los ojos achinados y esa sonrisa de necio. Visualizo la figura de un simio y la de él y me asombro porque realmente tienen un parecido más que razonable. Me toca la fibra, me pongo roja de furia, me saca de mis casillas y cuando recuerdo su forma de hablar “asfibyabfibfhdowihoodfnehjdho mi amoooorrr” ya me hierve la sangre. Primero, vocaliza, y segundo, como me vuelvas a llamar mi amoooorr te escacho la cabeza.
Además, seguro que tiene algo que ver con el hecho de que algunos camareros del barrio me miren con risitas y sospecho que abrió la boca más de la cuenta, aunque la causa bien podría ser que de vez en cuando se me escapa algún gorgorito en voz alta, pero esta opción queda descartada tras un análisis profundo de la situación. Será desgraciado.
Fati dice que tengo todos los síntomas del síndrome de la rabia proyectada, y yo digo que tiene razón, porque cuando pasa por mi lado se apoderan de mi unos deseos irrefrenables de levantarme y azotarlo con el bolso estilo Margarita Seis Dedos hasta que me canse, de lanzarle a la cabeza el servilletero, la caña entera y la mesa si hace falta, de tirarlo al Manzanares, de gritarle que se vaya a un logopeda y que le pida a Papá Noel estás navidades una pizquita de inteligencia.
Me mira y me sonríe y ya es cuando tengo que hacer unos esfuerzos sobrehumanos para no soltarle una de las grandes frases de mi madre “te voy a meter una ostia que te va a parecer un cañonazo” o “te voy a dar de ostias hasta en el carné de identidad”.

מרינה

martes, 26 de mayo de 2009

Los filósofos me incitan a...

Vuelvo a encontrarme al compañero de piso de un amigo, el cachondo de Matteo, un espécimen muy válido sacado de la nación italiana y al cual tuve que tachar de mi lista de macizos e interesantes después de que se echara novia, sobra decir que siempre me resisto a preguntar por ella.
Salgo del metro persiguiendo un culo muy buen puesto en su sitio, redondito, levantado, en fin, que tengo que verle la cara. Me adelanto, es guapo, muy viril él.
Entro en clase con aire fastidioso, ya sé lo que me espera en esta jaula de tortura y, veinte minutos después, buceando en los mares del hastío, entre tanto existencialismo, post modernismo, neoclasicismo, neo platonismo, romanticismo y el intenso tedio que me inducen, acabo poniéndole ojitos a todos los tíos decentillos (es decir, no engendros de la naturaleza) de clase de teoría de la literatura, a los que les saco un par de años porque en esta asignatura soy re- repetidora, vamos, que es el tercer año que la curso, pero que a la tercera va la vencida.
Sólo por diversión, sólo por sentirme alagada, sólo porque me importa un pimiento lo que Aristóteles, Horacio o Platón tengan que decirme acerca de la literatura, sólo porque me apetece hacer un rato el gamba, comienzo un juego de miradas y sonrisitas con el rubio de gafitas de la primera fila. Es un poco pardillo, para qué nos vamos a engañar, pero el acto de quitarse las gafas y despeinarse el flequillo… en fin, cómo estamos hoy.
Genial, comienzo a ser la de antes, no una salida compulsiva, que todos tenemos nuestros días, si no simplemente divertida, con ganas de reír y hacer un poco el ganso.

מרינה

domingo, 24 de mayo de 2009

Cuando glamour y miseria van de la mano.

Me debato entre seguir siendo yo misma y salir de casa con mis zapatillas mugrientas del Pull, o venderme y acabar subida en unos estupendos y torturadores tacones, porque sé que las chicas con las que he quedado van a venir divinas de la muerte y yo terminaré sintiéndome como una andrajosa. Finalmente me reafirmo en mí misma y para no sentir que no cuajo con ese ambiente tan chic al que seguro me llevarán, me digo a mi misma que es que yo tengo un estilo mucho más urban.
Lo que yo decía, acabamos en un sitio demasiado cool para mí teniendo en cuenta los garitos, más bien garito, que suelo frecuentar. Los camareros asiáticos le dan un toque de personalidad al lugar, pero son más tontos que Abundio. Me sacan una carta que, siendo castellano del de toda la vida, me cuesta descifrar. Lo mismo me da una cosa que otra porque no sé lo que es nada, así que me arriesgo y acabo pidiendo tartetas de verduras con algo indescriptible, y doy por sentado que me voy a equivocar.
Me sacan una especie de tostadas microscópicas, dos en concreto, con una rodaja de berenjena, un mini pimiento y media cebolleta caramelizada, que no se me olviden las dos gotas de tomate. Me quedo mirando el plato con aflicción porque esas dos tostadas están ahí tan solas y yo voy a pasar tanto hambre que me doy pena a mí misma, y más pena aún me da mi bolsillo.
Me como las tostadas a mordisquitos suplicando que hagan algo de esponja con el Lambrusco. Todavía no he terminado cuando viene el camarero e intenta retirarme el plato.
-Eh ¡¡mi plato!!- y se lo quito de las manos y lo rodeo con los brazos como si fuese mi más preciado tesoro.
Pero dónde va este con mi plato. Menos mal que he tenido unos buenos reflejos y he conseguido recuperarlo, y todo eso con parte de la tostada dentro de la boca. Más ridícula, imposible.
Nuevamente, se acerca otro de los camareros y repite el mismo proceso. Me giro lanzándole una mirada asesina que lleva implícita mi mensaje: oye, tú, chino, o lo que quiera Dios que seas, como vuelvas a hacer amago de llevarte mi plato te muerdo la mano como si fuese un perro rabioso. Voy a pagar este raquítico plato, así que pienso comerme hasta las migajas, y tú no me lo vas a impedir.
Si es que no se me puede llevar a sitios con tanto glamour.

מרינה

sábado, 23 de mayo de 2009

Capítulo 87.

Me levanté agotada, como si hubiese pasado toda la noche entre grandes dilemas y andanzas varias, rescatando del olvido un paradójico sueño. La cosa sucedía así.
Caminábamos Lidia y yo por un pasadizo abovedado, estrecho, sombrío. Las paredes eran de ladrillo cocido y nos apoyábamos en ellas para continuar la travesía sin caer desfallecidas víctimas del ambiente húmedo y agobiante, hasta que otra pared del mismo material acabó por cortarnos el paso. ¿Y ahora qué? Nos preguntamos.
Incongruentemente, como si hubiese tenido una revelación divina, supe cómo solucionar ese pequeño dilema y empujé uno de los ladrillos, que se deslizó lento y sin encontrar ningún obstáculo en su trayectoria hasta que alcanzó un tope.
De improviso, un tramo del muro comenzó a moverse desapareciendo por unas ranuras situadas en el suelo y dejando entrever un mínimo habitáculo en el que únicamente hallamos un reluciente inodoro sin tapa situado encima de un plato de ducha y un interruptor en el tabique derecho.
Sin encomendarme a nada y sin pensar en las consecuencias, espontáneamente, accioné el interruptor y acto seguido el agua del retrete comenzó subir de nivel hasta que acabó por salirse, iniciando así su expansión por todo el cubículo llegando a cubrirnos los pies.
Y ahí acabó todo, hasta que meses después, sin motivo aparente, lo volví a recordar. ¡Claro coño! Lo que tenía que haber hecho era tirar de la cadena.
Aplicándolo a la historia del vecino omnipresente, lo que me quiere decir el sueño es que cierre capítulo, que pase página, que tire de la cadena y que acabe con él como si de un truño se tratase, por el desagüe, por el que nunca volverá a salir. Qué revelador el jodido sueño.

מרינה

jueves, 21 de mayo de 2009

Capítulo 86.

Hace exactamente ocho años que me expulsaron del instituto no por pocos méritos. La verdad es que lo de estudiar no me lo tomaba muy en serio, pero lo de dar por el culo lo llevaba a rajatabla.
Las faltas leves llegaban a mi casa de tres en tres. Supongo que la secretaría del instituto dejó de mandarlas de una en una, pues debía suponer un gasto en sobres importante. Y así, con el cúmulo de faltas y varios añadidos más, decidieron mandarme a casa tres días para que le diese por el culo a mi madre y les dejase a los pobres profesores unos días de tregua. Días que pasé acurrucada en el sofá con una gastroenteritis de muerte como reprimenda de la naturaleza, y gracias a la cual inspiré una pizca de pena en mi madre que cedió a rebajarme el castigo.
El detonante fue una de mis grandes ideas, de esas que nunca me salen bien, y mi perseverancia para llevarla a cabo. Íbamos varias caminando por el arcén de la carretera que separaba nuestro pueblo del pueblo del instituto, trece kilómetros nos quedaban por delante, buenas municiones de dulces y la cabezonería típica maña por bandera cuando, de repente un coche blanco se detiene bruscamente y de pronto un grito:
-¡¡¡Marina!!!
Y sale del coche iracunda la mejor amiga de mi madre. Me engancha del brazo y me obliga a entrar obedientemente en el coche junto con otra de las chicas.
-Angelines no se lo digas a mi madre, que iré todos los días a sacarte la basura, es más, los sábados te voy a dejar la casa como los chorros del oro, que te vas a ver reflejada allá por donde pasas, pero no digas nada-suplicaba en vano.
Nos dejaron en el instituto, suponiendo que a buen recaudo, pero a nosotras, chicas de ideas fijas que habíamos decidido que ese día no se iba a clase y punto, nos pareció una idea estupenda la de ir al río a tomar el sol. Y de esta manera la dirección del instituto, cuando dio cuenta de lo sucedido, tomó la decisión que ya estaba bien de tanto pitorreo y nos dio un escarmiento que yo no olvidé.
Puedo decir ahora que me giro y miro al pasado que soy una ex-gamberra, aunque a veces pienso que debería rescatar parte de esa Marina, más decidida, más dispuesta a comerse el mundo y lo que hiciese falta, más osada.
Dedicado especialmente a Almu, otra de las expulsadas, para más inri el día de su cumpleaños. ¡Felicidades!

מרינה

miércoles, 20 de mayo de 2009

Capítulo 85.

La rutina, la costumbre o yo qué sé qué me persigue, corro, pero ella es muy rápida, o yo muy lenta, y acaba alcanzándome.
Me resulta inevitable, mientras mi generoso vecino me permite robarle conexión pegada a la ventana de la terraza, no levantar la vista hacia la ventana de Omar. Mil veces miro hasta que su luz vuelve a encenderse como cada día a estas horas.
Sí, sí, vamos… quítate la camisa…
Cierto, tengo una actitud poco saludable, que seguro acabará pasándome factura pero, como él ya no está por la labor de dejarse ver nuevamente en vivo y en directo, y nadie me prohibió mirar libremente, hasta nuevo aviso supongo que lo seguiré haciendo.
Un momento, otra ventana iluminada en el bloque de enfrente, casi debajo de la ventana de Omar. Me puede la vena curiosa de pueblo y centro mi atención en ella.
¡¡¡¡¡Ahhhh!!!!! ¡¡¡¡¡Abuelaaaa!!!!! ¡¡¡Por el amor de Dios, tápese!!!
¿Qué quiere? ¿Matarme de un susto? ¿Qué el ordenador salga volando por los aires y lance un grito que se oiga en todo el barrio? ¿Que Omar se asome alertado por el grito y descubra que le observo desde mi ventana? Ah, no perdón, eso ya lo sabe, ya me encargué yo de soltárselo gracias a esta bocaza.
Decididamente debería dejar de hacer esto, darles la espalda a mis grandes dotes de agente secreto y dedicar mis esfuerzos a cuestiones menos autodestructivas, aunque sólo sea por no acabar con un doble bypass, resultado de este espectáculo que acabo de presenciar, el cual dista mucho de placentero, todo lo contrario al striptease latino que yo esperaba.

מרינה

martes, 19 de mayo de 2009

Capítulo 84.

El verano se acerca, y con él la puñetera operación bikini. Dos cosas necesito, quitarme la curva de la felicidad y hacerme con un bikini bueno, bonito y barato, y disimulador a poder ser, aunque esto no va a ser tan fácil.
La tarea número uno me la propongo todos los días desde que el capullo éste me obligó a salir corriendo en busca de un Burger King. Lo diviso a lo lejos, hasta me parece que un aura blanca rodea al establecimiento y oigo música celestial, vamos, como si llegase al paraíso, al de la grasa. Con el único objetivo de hacerme con un Long Long Long Chicken, patatas XXXXL y Coca-Cola no zero me acerco hacia la puerta babeando sólo de pensar en todo bien embadurnado de kétchup y mayonesa, ¡¡¡grrr ay omá qué rica la comida grasienta!!! ¡¡¡La mejor del mundo!!!
Un día más y me vuelvo a decir que de hoy no pasa, pero en lugar de eso, antes meterme entre pecho y espalda un buen plato de pasta rebosante de tomate, me desparramo en el sofá con un sobrecito de mayonesa en la mano absorbiendo el contenido sin demasiada efusividad y visualizándome en la piscina medio desnuda. De todo menos placer.
La segunda tarea está completada. Después de confundirme de salida con el coche por ir empanada de la vida cantando como una loca, después de darme un susto de muerte temiendo llegar a Barcelona si no encuentro pronto una salida para dar la vuelta hacia Madrid, llego sana y salva al centro comercial y me enfundo en un precioso bikini. Pero, si la parte de arriba me va perfecta, la de abajo me cuelga por el culo, y si la de abajo me queda en su justa medida, con la de arriba se me ve hasta el pensamiento. Estupendo, no estoy en concordancia, y ahora qué.
Después de mucho reflexionar abro la cortina y me planto en medio del pasillo de los probadores. Tres mujeres que estaban en el probador de al lado se me quedan mirando a punto de echarse a reír, y así acabo probándome todos los bikinis de la tienda delante de esas tres desconocidas que me aconsejan el negro. Bien, voy a ser obediente y me voy a fiar de ellas. Me lo llevo.

מרינה

domingo, 17 de mayo de 2009

Capítulo 83.

Entre grandes decepciones y asuntos varios añadidos me estoy pillando un buen pedo depresivo, de esos que como te quedes estancada acabas llorando a moco tendido en un portal sin saber muy bien por qué y mendigando abrazos a diestro y siniestro. Joder, yo no me puedo quedar en este punto. Engancho a una y le digo que vamos a la barra, si hoy me tengo que poner Martini en vena pues me lo pongo y no se hable más.
Ingiero sin parar, pero para mi desgracia no surte el efecto deseado y, desesperada ya, me paso al calimocho de la peor calidad, esa mezcla de Cola Papagayo y vino peleón, a ver si con este revoltijo explosivo dejo de quedarme en Babia cada cinco minutos y evito que todas y cada una de las canciones dejen de recordarme a ese minúsculo ser.
La cosa no mejora y además tengo que cargar con una tripota estilo niño somalí. Me da que antes esta chaqueta no me apretaba tanto, si continuo bebiendo a este ritmo la chaqueta estallará, y los botones saldrán despedidos a tal velocidad que acabarán por sacarle un ojo al primero que se cruce en su camino. Me imagino a mí misma disparando botones cada vez que hincho la barriga como si de una metralleta se tratase, apuntando, con premeditación y alevosía, a cualquiera que no me caiga en gracia. Me parto el culo yo sola durante un rato hasta que reparo en que llevo una litrona, mini para los madrileños, encajada dentro del pie. Mierda, entró hasta el fondo, me estoy viendo negra para sacarla y al final me resigno a que se rían de mí y demando ayuda para que estiren del litro y me liberen de él.
Antes de lo previsto acabo con esta extraña noche. Regreso a casa al son del gallo que me da los buenos días, un poco pronto, la verdad, con cierta incapacidad para atinar a meter la llave en la cerradura y ciega perdida, pero no provocado por la abundante, que no efectiva, ingesta de alcohol, sino porque me olvidé las lentillas y me negué a salir con las lupas.

מרינה

jueves, 14 de mayo de 2009

Capítulo 82.

Volvemos a nuestros asientos tras un buen desayuno acompañado de una charla de esas de marujillas que tanto nos gustan y el suave balanceo del Ave que nos lleva hasta Córdoba. Todavía no he posado el culo cuando un señor con uniforme que me ha seguido hasta mi sitio me llama, lo miro con cara de extrañeza y reparo en que es el de la cafetería. Me pregunto qué querrá, pero antes de que me lo diga me doy cuenta de que me fui sin pagar, así que me levanto y lo sigo avergonzada sobremanera y disculpándome todas las veces que puedo. Sí que empezamos bien el día. Venimos a visitar la mezquita-catedral, lo que todavía no sabía en ese momento es que se iba a convertir en una auténtica tortura.
Hemos quedado con el profesor en la puerta, llegamos tarde y él parece un poco molesto por nuestro involuntario retraso. Nos introducimos en el recinto y aquí comienzan cuatro eternas horas de sudores, agonías y desasosiego.
Realizamos la visita por partes, según las ampliaciones que se llevaron a cabo a lo largo de los tiempos, y que no voy a explicar, porque nada más abrir la boca el Profesor Souto me pongo el piloto automático y me limito a seguir a la gente cada vez que nos movemos.
Llevamos ya dos horas dando vueltas, deteniéndonos 15 minutos en cada conjunto de arcos para que nos explique que son de medio punto con otros superpuestos lobulados, con otro más superpuesto de herradura y con la madre que lo parió encima. Habla de los suelos, de los muros, de los techos, de las inscripciones y a este paso que vamos hablará hasta de una minúscula huella dactilar que han encontrado en un azulejo de la cúpula del mihrab.
Apenas hay bancos y los guardias nos han prohibido que nos sentáramos en el suelo, así que aprovecho cualquier ocasión para descansar mínimamente, lo mismo me da una columna, que una verja, que un saliente de pared, lo que sea, pero que me sostenga un poco y evite que me caiga redonda al suelo de cansancio y de desesperación.
Son cerca de dos horas y media ya y mi nivel de nicotina en sangre es preocupantemente bajo, o me fumo un cigarro o empezaré con los tembleques de la fase de desintoxicación. Me voy corriendo hacia los baños porque me ha parecido ver una línea de sol por debajo de la puerta, y aquí todo es tan lúgubre que olvidé lo que era la luz natural. Llego y lo primero que veo es una ventana con una reja que da a un balcón, abro los ojos como platos porque sé lo que significa eso, que si la abro fumo, y que si fumo se acabó mi tormento, al menos de momento. Pero por más que lo intento la ventana de los huevos no se abre, ni haciendo fuerza con la pierna en la pared. Así que los turistas que entran al baño se encuentran a una chiflada tirando de una manivela crispadamente.
Salgo farfullando y engancho a la primera chica de clase que encuentro para despotricar contra Souto, contra Abderrahman, contra los califas en general y contra todo lo que se menea, pero allí lo único que se mueve es la colega arqueóloga del profe, que cada vez que murmuro algo políticamente incorrecto la tengo detrás. Más bien parece un alma errante que se dedica a seguir mis pasos.
A las tres horas, cuando a todos nos parecía que íbamos a terminar y la alegría volvía a nuestras caras, Souto se saca una linterna y nos hace inspeccionar las columnas en busca de inscripciones de los constructores, mientras todos y cada uno de nosotros resoplamos y le seguimos por todo el espacio pensando en que cualquier tortura medieval sería menos dolorosa que esto.
Parece que no vamos a llegar nunca a la puerta que da al patio, pero por fin veo la luz ¡Sí! Ya estamos cerca, me dirijo pesadamente hacia la puerta hasta que dice Souto:
-Y ahora, vamos a divertirnos.
¿Aún más? Por el amor de Dios, que llevamos tres horas y media arrastrando nuestros cuerpos ¿es que no tiene ni una pizca de compasión? ¿No le damos pena?
Y por fin, a las tres horas y media salimos al patio, aunque todavía nos queda media hora más de martirio, pero al menos tengo total libertad para fumarme un cigarrillo detras de otro y sentarme en cualquier pedrusco.
En una palabra, desquiciada.
מרינה

miércoles, 13 de mayo de 2009

Capítulo 81.

Salgo de casa dispuesta a plantarme frente a Omar y a obtener una válida justificación al hecho de que salude como si no nos conociéramos de nada, encontrándome por el camino al “risitas”, que últimamente me tiene algo preocupada, pues está dejando de hacer honor a su nombre.
Reúno el valor necesario para acercarme a Omar, bueno, no exactamente, las chicas acaban empujándome y de repente lo tengo a una distancia peligrosamente corta. Los tembleques se apoderan de mí al igual que en anteriores ocasiones, pero consigo abrir la boca y preguntarle, evitando que note que estoy sudando a mares, que si le pasa algo conmigo.
Con la sonrisa en la boca me dice que no, que somos amigos. Bueno, amigos, lo que se dice amigos… pues no, tampoco vamos a exagerar, pienso yo. Y, como si yo en alguna ocasión le hubiese pedido algo, me dice que él no se puede permitir una relación estable en España y que está casado. Yo le explico, sin reparar en lo que me acaba de soltar, que no, que no se equivoque, que yo ni puedo, ni quiero una relación estable, y menos con él, pero que de vez en cuando no está mal darse una alegría al cuerpo.
Muy digna yo, sonrío, me despido y me marcho por donde he venido. Camino hacia las chicas y, de repente, me percato de la bomba que me acaba de lanzar, me cae como un gran chorro de agua fría. ¡¡¡Que está casado!!! Pero… pero…¡¡¡qué cojones me está contando el desgraciado éste!!!
Me voy acercando a cámara lenta hacia la esquina donde aguardan Olalla y Joy sin pestañear, sin hablar y sin lograr cerrar la boca, porque esto es lo último que me podía esperar, bueno, lo último no, porque es que nunca hubiese podido imaginar algo así.
Les narro como puedo el desarrollo de los hechos hasta que aparece el “risitas” que nos dice entre carcajada y carcajada:
-Ay qué chicas tan guapas.
-Gracias “risitas”-le digo yo llorando a moco tendido y olvidándome de que estoy en medio de la calle, mientras intento convencer a Oli, que está muy decida a ir a decirle cuatro cosas a Omar y atacarle con el bolso si se tercia, que es mejor pasar del tema.
De lo que no puedo convencer a las chicas es de que no monten guardia en la terraza esperando a que Omar llegue del trabajo a casa para lanzarle desde la ventana el par de huevos que el faltan y, para qué mentir, será gracioso ver su reacción, así que tampoco insisto demasiado en que olviden la idea del lanzamiento de comestibles, pero el muy cabrón tiene suerte, y finalmente nosotras acabamos cansándonos de esperar antes de que el llegue a casa.
מרינה

martes, 12 de mayo de 2009

Capítulo 80.

Vuelvo a encontrarme con Omar por la calle. Camina por la acera de enfrente. Espero que cruce, que se pare a decirme algo, aunque en el fondo sé que eso no sucederá. Una vez más “hola” y continúa su camino dejándome con la mano levantada en actitud de saludo y la cara de lela, y si no fuese porque la rodilla hoy me está martirizando, y correr con la pierna tiesa es muy complicado, iría tras él para darle un buen azote en ese culito tan rico y decirle que es un gilipollas y un maleducado, que odio sentir algo hacia él desde hace tanto tiempo porque no es merecedor de tal prestigio y que no tiene ningún derecho arrebatarme la sonrisa de la boca.
Empiezo a considerar la opción de que haya desarrollado un trastorno bipolar, pues en un principio parecía inclinarse hacia otro tipo de actitudes, y ahora, no sé, ni que le hubiese pedido en matrimonio por el amor de Dios, de hecho, es que no le he pedido nada.
Intento tomármelo con humor, pero hoy no hay manera humana de encontrarlo por ningún lado, salió huyendo, se esfumó y llego a la conclusión de que lo mejor es reunir al consejo de sabias a ver si me sacan a flote o acabaré llorando como un magdalena, rebozándome por el sofá y auto compadeciéndome, y no hay nada más triste que eso.
Después de pasar por todos los estados de ánimo conocidos y por conocer, después de que le califiquemos con todo tipo de adjetivos que conlleven cualquier connotación negativa, de intentar sacar conclusiones en limpio, de buscar una venganza, de hacerme a la idea de que tengo cierta tendencia autodestructiva porque me cuesta aceptar este repentino giro de los acontecimientos, trazamos una maniobra de ataque contra Omar, y de paso también contra su amigo Parras. Seguro que dejan de pensar que tres chicas solas en un piso necesitan un hombre que las proteja. Este par de necios todavía no saben con quién se han cruzado y concluimos que hay que acojonarlos, aunque todavía no sabemos muy bien cómo vamos a conseguirlo. Finalmente desechamos esta empresa, al menos por el momento.
Urdimos un nuevo plan basándonos en la idea de que tampoco tengo por qué renunciar a todo porque las cosas no salgan de la manera que yo hubiese deseado. Eso sí, valiente gilipollas si piensa que va a venir a calentarme la cama cuando a él le apetezca, pues aquí la que lleva las riendas soy yo, así que, esporádicamente, pienso usarle como si de una pelota anti-estrés se tratase.

מרינה

lunes, 11 de mayo de 2009

Capítulo 79.

No sabes cuánto tiempo llevo mirándote desde la ventana.
-¿Cuánto?
-¿Qué?
-Que ¿cuánto?
-¿Cuánto qué?
-Cuánto tiempo.
Mierda. Lo dije en voz alta.
Automáticamente los colores se me suben y bajo la mirada realmente avergonzada esperando que no piense que soy una perturbada estilo “retratos de una obsesión”, pero él me besa suavemente y me abraza.
Ya se fue dejando su olor tras de sí, impregnando con él todas mis cosas. Después de haber conseguido desintoxicarme de él en gran medida, por fin me dio a probar de su droga.
Desciendo de los cielos, piso tierra firme y, ahora que conseguí lo que quería, tengo la sensación de que ya he perdido todo el interés, manda huevos después de un año, aunque él parecía interesado, al menos mínimamente.
Pero, como en los viejos tiempos, hoy vuelve a obsequiarme con un seco y serio “hola”. No hay miradas furtivas, ni sonrisas discretas. Nada. Nada de nada. La paranoia, la inseguridad y la duda consiguen hacerse un hueco en mi mente. Cientos de preguntas se agolpan en mi cabeza y, ahora que la displicencia vuelve a ser una de sus cualidades, la predilección que siempre he tenido hacia él renace y me cuesta reconocerme a mi misma que quiero más, de su droga, digo.
Entre tanto, me toca volver a casa con la incertidumbre de la mano, pretendiendo descifrar el por qué de sus confusas acciones, e intentando, que no logrando, dominar mis nervios para no convertirme en un cenicero humano.
מרינה

domingo, 10 de mayo de 2009

Capítulo 78.

Babosos, estúpidos y petardos, especies que deberían estar en vías de extinción, pero que, por el contrario, abundan en discotecas de pago y en general en todo tipo de ámbitos de la vida nocturna.
De entre todos ellos me ha tocado uno que despierta mis instintos asesinos más profundos, le metería el tacón del zapato en la boca a ver si por fin se calla y me deja tranquila, pero soy una señorita, me voy a contener y saldré huyendo al primer despiste que tenga, que lo tendrá, seguro.
Comienza a decirme que es todo un acontecimiento para él que sea la tercera vez que va a ese local y que sea mi primera vez, y que, por casualidades de la vida, nuestros caminos se hayan cruzado. Pero qué narices me está contado este tío, a mi no me parece que haya nada de especial en ello, es más, me parece normal, y le digo que me parece pero que muy raro eso que me dice y que no entiendo nada. A los dos minutos ya me estoy arrepintiendo de haber abierto la boca, porque con ello le he dado coba y ahora me está empezando con rollos filosóficos y yo, para pasar el mal trago lo mejor posible, ingiero mi Martini de golpe, a ver si con el pedo me quedo sorda, o ciega, o las dos cosas a la vez.
Más tarde empieza con la cantinela de que soy una borde y de que voy de sobrada por la vida. Primero, borde, sí, y estoy en todo mi derecho de serlo porque me estás poniendo ya enferma. Segundo, de sobrada por la vida, para nada, me parece que vas muy desencaminado y, tercero, si pretendías algo conmigo, exceptuando una insulsa y soporífera conversación, pierdes los escasos puntos que tenías a ritmo desenfrenado.
Decido quitarme los tacones, porque me están matando los pies. Si voy a tener que seguir aguantando al costra este, mejor empiezo evitándome un dolor, además, lo de volver a casa con los pies negros, a estas alturas, no me supone un grave problema. Disminuyo de altura y de paso consigo alejarme un poco de él. Pongo el piloto automático y afirmo con la cabeza cada vez que oigo un murmullo que parece ser él.
-Ponte los tacones. Ponte los tacones-me dice en repetidas ocasiones. Póntelos tú, gilipollas.
Al borde de la histeria y a punto de atacarle con un objeto punzante, que bien podría ser una horquilla (a situaciones desesperadas, soluciones desesperadas), me dice que se va un momento al baño.
-Me esperas aquí ¿no? No te irás ¿no?- y me da un beso en la mejilla. ¡Puaj!
-¡¡Corre!!- le digo a Oli.
-¿Qué?
-¡¡Que corras!!- y la engancho del brazo con intención de salir de allí lo antes posible haciéndome hueco entre la gente y preguntándome por qué no tuve las agallas de mandarle a la mierda desde el principio en lugar de hacer gala de una divina paciencia.
מרינה

viernes, 8 de mayo de 2009

Capítulo 77.

He cumplido con mis obligaciones, me siento orgullosa de mi misma, y con un poco de dolor de cabeza también. Las traducciones de turco no acabaron conmigo y eso merece un premio. De cenar, helado.
Bajo al chino babeando sólo de pensar en el bote gigante de helado que me voy a comprar cuando me cruzo con un hombre de pintas extrañas paseando a su perro. Lo de las pintas extrañas no es relevante, pues en mi barrio locos y no tan locos, a estas horas, llevamos malas fachas.
Se me queda mirando fijamente, con gesto impasible, parece que ni pestañea. A medida que va pasando por mi lado va girando su cabeza estilo niña del exorcista y yo dejo de mirarlo porque realmente es muy raro. No era sólo el mal presentimiento que se apoderaba de mí mientras se acercaba.
Tras unos pasos me giro y sigue andando con la cabeza vuelta, sería gracioso que ahora se tropezase con los salientes de los baldosines del suelo, pero no, no parece, en principio, dispuesto a regalarme el momento cómico del día.
No aparta la mirada y yo, desafiante, le digo:
-¿Qué pasa?
Y me contesta sacando una gran lengua blanca que extiende a lo largo de su barbilla y comienza a mover de un lado a otro.
-Ahhhh ¿Qué hace?
Oli e Isra me miran extrañados. Por supuesto no se han enterado de nada y eso que iban a mi lado.
Seguimos caminando y se nos acerca un etílico “risitas”, así llamo yo a éste que ya lo tengo muy visto y que cada día nos sorprende con algo aún más estrambótico si cabe.
-¿Cuánto cuesta un calzoncillo o un triciclo para meter la picha en el agua?- nos dice.
Desde luego que en este lugar encuentras gente poco común o quizás es que no los entendemos.

מרינה

jueves, 7 de mayo de 2009

Capítulo 76.

A veces no es suficiente con convivir sin más, la cosa es más complicada de lo que en principio puede parecer. A veces tienes que aguantar muchas cosas sin saber porqué, como que Oli venga de propio a la cocina a darme una ostia despeinadora, como acaba de suceder. Coño Oli, que yo con el pelo soy muy sensible, aunque esas cosas me las tomo bien.
Después de pasar por tres pisos y hacer un hueco en casa a petardas de diversas especies todavía no comprendo cómo mi paciencia sigue dando de sí, se incrementa, se dilata poco a poco y me convierto gradualmente en una persona que dista mucho de lo que era hace un tiempo, más paciente, más comprensiva y menos irritable. Lo cual no quiere decir que no tenga mis momentos límite y sienta que me están acorralando, que se me comen el terreno por no marcar bien mi territorio, y ya sé que esto suena como si yo fuese un perro.
Joy es…digamos…complicada. Mi relación con ella se podría calificar de amor-odio, lo cual me descoloca bastante, porque balancearnos peligrosamente entre el cariño y la aversión con demasiada frecuencia provoca en ocasiones resentimiento, que desemboca en una lucha constante por cualquier cosa, tanto si es por los orígenes de la lengua Afrikaans, como por si la página www.tablondeanuncios.com es punto es o punto com.
Ella hoy ha tocado mi punto más flaco, la limpieza. Comenzamos una tensa conversación que gira en torno a la roñosa bandeja del horno. Hace mucho tiempo que me mentalizo para estos momentos, me digo que no me voy a alterar, pero que tampoco voy a dejar que pasen por encima de mí, y puede resultar ruin, pero llevo preparadas contestaciones por si las moscas, porque yo para eso de altercados no soy muy espabilada, o se agolpan las palabras en mi boca y se niegan a salir, o me quedo en babia pensando “ostras lo que me ha dicho”.
-Que sí, que sí, que la limpio, bla, bla, bla, bla…-me dice.
-Oye, a mi no me hables así, que yo no te estoy haciendo la burla- digo en tono severo, y sale de la cocina con la cabeza muy alta pero ofendida en lo más hondo de su ser, pues no la tengo acostumbrada a esas respuestas y menos con tal entonación.
He ganado el primer asalto ¡síiiiiiiiiiiiii! Inaudito, inverosímil, prodigioso. Estoy eufórica y el corazón me va a mil revoluciones por minuto. No puedo creerme que haya dejado a la señora “contestaciones para todo” sin palabras y sin levantar la voz, contundente y con elegancia. Levanto los brazos en señal de victoria esperando una ovación de mi inexistente público. Saludo y lanzo besos al aire como si fuese una verdadera heroína que dejó la modestia a un lado antes de salir al ring. Marina 1- Joy 0.

מרינה

miércoles, 6 de mayo de 2009

Capítulo 75.

Tres de la tarde. Un sol que aplana, un calor que nubla los sentidos, bolas blancas de una sustancia desconocida revolotean a mi alrededor.
He quedado con Olalla y su amigo Sunny. Nigeriano, 25 años, licenciado en informática, vende “la farola” frente a un conocido bar, la falta de posibilidades le trajo hasta España en un cayuco. La ausencia de papeles que regulen su situación no acaba con una sonrisa que deja asomar unos dientes separados que le dan un cierto toque de simpatía, de cercanía. Habla castellano como puede, en voz bajita, mezclándolo con inglés, escribe en la servilleta cuando no lo entendemos.
Lo primero que me llama la atención es que no se quita el forro polar rojo cuando yo llevo un sofoco que no puedo con mi alma, digo yo que al venir de un clima más cálido, la que nos está cayendo hoy le parecerá fresquito.
Llevo un año y medio pasando por el mismo lugar y la verdad, nunca había reparado en él, pero ella sí. Nunca deja de sorprenderme, hace mucho que la conozco y no deja de demostrarme de qué material está hecha. A veces se siente pequeña, pero ella es muy grande, pues cualquiera no se hubiese parado a conocer a alguien porque sí, y yo soy la primera que levanta la mano. Conversamos de temas variados, pero yo no dejo de pensar que, aunque a veces la mataría, ella es especial, es admirable, es mi ojito derecho.
Sentados en una terraza, la gente que pasa a nuestro lado saluda a Sunny, debe ser bastante conocido por el barrio y él, mientras da un sorbo a su cerveza devuelve los saludos. Probablemente no haya mucho dinero en sus bolsillos, pero es más rico que muchas de las personas que se han cruzado en mi camino, rico de espíritu.

מרינה

sábado, 2 de mayo de 2009

Capítulo 74.

La casa está patas arriba y ahora me toca turno limpieza. Lo mejor del fregote, vamos, lo único bueno, es que me pongo los casos y tengo toda la libertad que quiero para berrear, y así de paso no me oigo los gallos y me creo que canto como una popstar, sin olvidar los bailes que me hecho bayeta en mano.
Cojo las llaves del coche y salgo de casa a buscar el mp3 cerrando la puerta tras de mí, pero, justo en el momento en el que la puerta hace clon, abro los ojos como platos porque me acabo de meter en un buen lío. Me he dejado las llaves puestas por dentro, y la familia al completo está…digamos…en Asturias. Cojonudo.
Me pongo histérica, y esta vez los pelos acompañan a mi estado mental, pues no me he peinado desde que me he levantado. No sé qué hacer, cómo voy a enmendar esto sin que llegue a oídos de mis padres. Me voy a casa de mis tíos a ver si me solucionan la vida, pero por más que llame al timbre no van a aparecer por arte de magia si no están.
Vuelvo a casa y cojo el coche medio llorando por la pasta que me va a soplar un cerrajero y más en festivo, y me voy a hacer la ronda de casas de amigas a que, por lo menos, me consuelen. Acabo en casa de Pilar con su madre empeñada en que me quede allí hasta el domingo.
-Sí, sí, te quedas, te pones la ropa de Pilar, comes aquí, te duchas, lo que quieras. No se hable más.
-Carmen genial, mil gracias, pero, tengo al perro en casa, la tele y la lavadoras encendidas, y también las cosas con las que tengo que volver a Madrid.-Esa solución no me vale, por mucho que ella me insista.
Por fin Pilar logra acordarse de alguien que le abrió la puerta a no sé quién y nos vamos en busca de ese alguien, de toda la vida del pueblo y al cual no le pongo ni cara, pero allí nos presentamos mis pelos de bruja piruja, Pilar y yo.
Sale la mujer que nos dice que está convaleciente en cama. Estupendo, debe de ser mi día de suerte, creo que voy a empezar a patalear.
Volvemos a casa y, milagrosamente, Pilar consigue abrirme la puerta. Me la como a besos porque no sé qué narices hubiese hecho sin ella, o se me hubiese caído el pelo porque me hubiese tenido que resignar y llamar a papá, o se me hubiese quedado la cuenta bancaria temblando. Buff, qué mal rato.

מרינה

viernes, 1 de mayo de 2009

Capítulo 73.

Superviviente. Soy una superviviente nata.
He conseguido pasar una hora dentro del coche con la abuelita y no morir en el intento, aunque ha habido varias ocasiones en las que me hubiese dado de cabezazos contra el volante. Ella se queja de que sea yo la que la lleve al pueblo, y yo me quejo porque no hay otra idiota que esté dispuesta a aguantar una hora de tortura gratuita y, básicamente porque mi madre me ha colgado el muerto a mí y no había manera humana de escapar de este fregado.
Comienza a mortificarme con el tema “novios” y ve que por ahí no tiene mucho futuro pues yo sigo a lo mío concentrada en la carretera e intentando canturrear algo coherente que haga inaudibles sus irritantes palabras, así que pasa al tema vestimenta y acaba insinuando que soy un putón por llevar algo de escote, y después al tema tabaco.
Sigo haciéndome la sueca, pero ella, que ya no se acuerda de lo que me acaba de decir, cada cierto tiempo me lo vuelve a repetir, y por un par de veces estoy a punto de arrancarme los pelos de las cejas por no parar el coche de un frenazo y dejarla tirada sin piedad alguna en la cuneta de una carretera comarcal.
Continuamos el camino hasta que pasamos por al lado de un puticlub de renombre, el Euro, y no se me ocurre otra cosa que decir:
-Mira, esto es un puticlub.
-Y tú ¿cómo lo sabes?- me dice en tono acusador la abuelita.
-Porque es muy conocido.
-Qué pasa ¿que tú has estado?
La miro con odio y resoplo en su cara para informarle de que está agotando mi paciencia a un ritmo desenfrenado y, cuando devuelvo la vista a la carretera, reparo en que me acabo de pasar la salida. Mierda.

מרינה