jueves, 18 de marzo de 2010

Yo también practico deporte, el sofing.

A mi amiga Nat le encanta correr, y es por ello por lo que no cesa de animarme para que algún día me decida a acompañarla y siga un buen ejemplo de vida sana, cosa que yo no tengo pensado hacer en un futuro ni cercano ni lejano. Me habla acerca de lo saludable que es, de lo bien que me voy a sentir luego, de las pocas ganas que tendré de fumar y del tipín que se me va a quedar. Y yo, mientras tanto, la miro, y claro, la veo decírmelo con esa sonrisa de oreja a oreja, con esa seguridad en su voz, que empiezo a pensar que esto de correr es Jauja. Sólo hay que ver lo buena que está la jodida y el trasero que tiene.
Y luego empieza con que hay que estirar, y hacer unas series de abdominales, y sentadillas, y tonificar, y no sé qué más, y esto ya se me está haciendo cuesta arriba y no he empezado todavía. Buff, casi que con tanta cosa que hacer prefiero seguir siendo blandi blu.
Me imagino calzándome un chándal, en mi caso uno con un manchón de lejía en el culo, el único que tengo y que ocasionalmente utilizo como pijama, más que nada por darle algún uso, algo que podría llegar a considerarse deportivas, y me hago una coleta al estilo lifting, de esas tan tirantes que no te permiten ni pestañear. Bien, tengo el atuendo. Ahora habrá que bajar a la calle.
¿Y cuando llegue abajo qué?-me pregunto-¿Hago unos estiramientos en el portal en plan profesional mientras saludo a las abuelas que pasan? ¿Me alejo de él andando con mis pintas de “Fama” haciendo como si no sintiese que voy disfrazada? ¿Me echo a correr de repente rauda y veloz calle a abajo? ¿Así? ¿Sin más? Vaya, los comienzos siempre fueron complicados.
Total que emprendo la marcha. Con un poco de suerte mi estilo no se asemeja al de Phoebe en “Friends”, aunque se note que esto no es lo mío. Comienzo a trotar estúpidamente con una sensación de presión en la nuca, como si alguien hubiese estado observando cada uno de mis pasos desde que salí de casa.
A los cinco minutos mi corazón comienza a pasarse de revoluciones. Todos los poros de mi piel segregan sudor en cantidades industriales y sin darme ni cuenta tengo unos ronchones bajo los sobacos que hacen que parezca que Camacho usa desodorante anti-transpirante. Esto no es sudar, esto es chorrear joder. Mi naturaleza hipocondriaca piensa rápidamente en una posible deshidratación, incluso en una parada cardio-respiratoria. La cara me arde de tal manera que si mi cabeza fuese una cazuela herviría agua en un tiempo récord.
Esto me está suponiendo tanto sufrimiento que ya no sé si lo que resbala por mis mejillas es sudor procedente de mi frente o es que estoy llorando de puro dolor. La respiración se entrecorta y quiero parar, pero esto es como el empezar, ¿cómo lo hago? ¿Me paro en seco en mitad de la calle, continúo mi camino y aquí no ha pasado nada? ¿O mejor me tiro en plancha al suelo y grito para que llamen al Samur y me pongan una mascarilla de oxígeno?
Sólo de pensarlo desde el sofá de casa me canso.

מרינה