viernes, 29 de enero de 2010

¡Bloganiversario!

Se me olvidó decir que esta semana, para concretar más diré que el lunes, fue ¡mi primer bloganiversario! ¡Ya cumplo un año!
Este año ha sido movidito, muchas risas y muchas decepciones y, aunque el motivo por el cual empecé a escribir este blog se haya marchado por fin definitivamente, y tras muchas tentativas en los últimos tiempos de mandarlo a tomar viento y dejar de escribir, de momento sigo, hasta nuevo aviso.
Y deciros que el hecho de que dediqueis un trocito de vuestro día sólo para leerme me ha llenado de ilusión y me ha hecho sentirme muy orgullosa. Así que, mil gracias a todos, y un besazo enorme desde la ciudad del viento descontrolado.
מרינה

jueves, 28 de enero de 2010

Estratagemas de tocador.

¿Quién no ha tenido que visitar alguna vez con urgencia algún baño público? Servicios de carretera, de gasolinera, de discoteca, de parking, de biblioteca, desde luego ninguno de ellos deja indiferente, y aunque nos aguantemos lo que no está escrito hay veces que la premura llama a la puerta con demasiada insistencia.
Quién no ha entrado en uno de esos baños en los que nada más abrir la puerta te encuentras con la mugre en persona, a punto de convertirse en un monstruo gigante que va a devorarte, que parece que te van a empezar a caer churretones por todos lados, sueltas un no amargo, miras hacia el techo como si dicha acción te fuese a dar más valor para adentrarte en el cubículo, y para comprobar si estás en lo cierto y vas a ser duchado en breves momentos, resoplas y haces de tripas corazón. O esos que tienen un agujero en la puerta y saludas por él a tu amiga que está en el de enfrente. O esos que vienen con pastel incluido. Uhhhh.
Y otro de los ejemplos más temidos, al menos yo los temo, es el modelo zulo. Ese que para meterte en él y cerrar la puerta tienes que premeditar los movimientos estratégicos a utilizar para no rozarte con nada. Mi maniobra más conocida es la de la marcha atrás, dar pasos hacia atrás con las piernas abiertas de tal manera que el inodoro quede entre ellas y así cerrar. Si hay percha da las gracias al altísimo y si no, pues a enrollarse todo al cuello y a hacer malabarismos.
Esta vez me ha tocado con percha, yujuuuu. Cuelgo bufanda y abrigo y ya no queda hueco para el bolso que finalmente decido, muy a mi pesar, dejar en el suelo. Ay madre mía que me meo encima, que se me escapa… y empieza a sonar el móvil, joder que oportuno. Rebusco desesperadamente en el baúl de los recuerdos maldiciéndome por meter tantas cosas que luego no uso y diciéndome que a este paso cualquier día tengo que salir de casa con una maleta. No lo encuentro y empiezo a sacar cosas, un pañuelo, usado por supuesto, ¿una cucharilla?, una pila, una mandarina ¡si yo nunca como fruta, qué diablos hace aquí una mandarina!, madre mía cualquier día saco a Bin Laden que llevaba años escondido en mi bolso sin darme yo cuenta y por eso los americanos no lo encuentran ni a la de tres.
Por fin logro sacarlo y mamá cuelga, por cierto un saludo madre, y con la rabia me levanto de golpe, y como el espacio es verdaderamente limitado me golpeo la cabeza con el roncho de metal del papel higiénico haciendo que abrigo y bufanda me cubran la cabeza, disminuyendo así mi visión de campo. Y mientras me sacudo para quitarme las cosas de la cara como una loca rabiosa y dejándome unos pelos que hacen honor a dicho calificativo, me precipito contra la otra pared habiendo así tocado todo lo que no quería ni rozar. Así que desde aquí reivindico unos baños un poco más grandes hombre que cualquier día tenemos que empezar a compartir taza con el de al lado, mitad para ti y mitad para mí, no nos vemos las caras pero sí el culete.

מרינה

viernes, 15 de enero de 2010

Él no baila solo.

Un considerable número de días de contacto visual barra de pan en mano con el obrero tío bueno, de ahora en adelante Gustazo (sobrenombre cortesía de mi amiga Almudena y que obviamente me gusta más, en todos los sentidos) no consiguen que en la oscuridad que nos brinda el bar se dé el mismo fenómeno que en días anteriores bajo la luz solar.
Gustazo para arriba, Gustazo para abajo, gustazo el que me da cada vez que lo veo pasar, y disgusto el que me da cuando soy consciente de las extrañas aficiones que tiene este chico, y los pocos tapujos de los que hace gala a la hora de mostrarlas a los demás. Diré que la compañía nocturna ideal para él carece de curvas, aunque no pueda afirmar que permanezca solo toda la noche, pues, desde luego, bailar reaggeton con la máquina tragaperras, funky con la de tabaco y al estilo bacala del infierno con una banqueta, no es estar solo, pero claro, tampoco acompañado. Y entre tanto dilema, lo que es evidente es que su actitud no puede enmarcarse dentro de la estricta normalidad.
Así pues, la velocidad a la que desciende desde su posición número ocho dentro de la escala de cachondosidad es abismal, tal es la aceleración que si fuese una caca de pájaro cayendo desde el cielo, sería una de esas que se estampan en el cristal del coche con semejante fuerza que parece que te ha caído el pájaro entero, justo delante de tu cara, y que se expanden a lo largo y ancho de mi luna delantera impidiéndome ver a Gustazo. Madre mía, ¡si es que todo es un círculo!
Pero yo no soy de esas que se dan por vencidas a la primera, yo persisto. Así pues, la siguiente oportunidad que me brinda la segunda de las noches en la que tengo el placer de verle en acción, esta vez sin ninguna clase de mobiliario cerca de él, aunque sí con sus habituales paseos, decido acercarme con la excusa del cigarrito.
Alarga el brazo con esa chulería innata que poseen los que saben que están cañón, me acerca la cajetilla a la cara, casi me la pone de estampa en la frente, cojo la cajetilla, mientras su mano, de forma inaudita, permanece en la misma posición, como si estuviese sujetando con mucha suavidad un paquete que sólo él puede ver, saco un cigarro y vuelvo a colocar la cajetilla que encaja perfectamente entre sus dedos. Y todo este proceso transcurre sin que él me dirija la mirada, ni siquiera por el rabillo del ojo. Mierda, la próxima vez me marco una huída rápida con el paquete entero en la mano.

מרינה