sábado, 19 de diciembre de 2009

Gripe del sábado noche.

El otro día me acordé de porqué odio salir a discotecas, la razón básica es la privación del espacio vital. Entras al local, pides una copa y marchas en busca de un hueco en el que poder formar un círculo con tus amigas. Lo normal es que encontremos sitio debajo del aire acondicionado y acabe casi petrificada como el del anuncio de gas natural, uhh bailo en la era glacial.
Bien, ya estamos establecidas, hemos montado el campamento base, estamos enlatadas pero es cierto que cada una tiene unos pocos centímetros cuadrados que le permiten practicar el levantamiento de copa. Y es ahora cuando me doy cuenta de que me he colocado en un lugar de paso hacia la barra y el guardarropía, estupendo. La gente no deja de pasar, me empujan, me apartan, se hacen hueco con manos, codos, se abren paso con el cigarro por delante, incluso hay una que me mira con cara de perro muerto diciéndome con la mirada que me aparte. Vaya, ya me gustaría evaporarme, pero los avances científicos todavía no han llegado a tal punto. Y de esta manera la marea humana me va alejando de mi grupo, se me llevan, y yo, por inercia, me dejo llevar, hasta que la mano de Oli agarra la mía, tira de ella y por fin vuelvo al grupo, que si no hubiese acabado en la otra punta del local más perdida que Wally en cualquiera de sus libros.
Lo que me gustaría ahora es tirarme uno de esos pedos que parecen una bomba atómica y que provocan un vacío de cincuenta metros de diámetro. La gente huye despavorida, pero si tú tienes huevos a quedarte es una gozada, toda la pista para ti, para marcarte unos buenos bailes en plan diva y poner en práctica el micro-cubata multifuncional con diferentes modos a elegir. Modo “más falso que Judas”: un playback en toda regla, haces que te emocionas mucho y que parezca que se te van a salir los higadillos de tanto gorgorito. Modo “salvad al soldado Ryan”: cantas, pero tu voz estridente se camufla con la de la verdadera cantante y con la de alguna amiga que grita más que tú. Modo “coros celestiales”: el “a capela” de toda la vida, sólo apto para los más valientes, o los más megalómanos, que también hay mucho suelto por ahí.
Lástima que yo no sepa tirarme pedos sin ganas, aunque, pensándolo bien, quizá consigo el mismo efecto si grito ¡¡Gripeeeeeeee AAAAAAAAA!!

מרינה

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