sábado, 19 de diciembre de 2009

Gripe del sábado noche.

El otro día me acordé de porqué odio salir a discotecas, la razón básica es la privación del espacio vital. Entras al local, pides una copa y marchas en busca de un hueco en el que poder formar un círculo con tus amigas. Lo normal es que encontremos sitio debajo del aire acondicionado y acabe casi petrificada como el del anuncio de gas natural, uhh bailo en la era glacial.
Bien, ya estamos establecidas, hemos montado el campamento base, estamos enlatadas pero es cierto que cada una tiene unos pocos centímetros cuadrados que le permiten practicar el levantamiento de copa. Y es ahora cuando me doy cuenta de que me he colocado en un lugar de paso hacia la barra y el guardarropía, estupendo. La gente no deja de pasar, me empujan, me apartan, se hacen hueco con manos, codos, se abren paso con el cigarro por delante, incluso hay una que me mira con cara de perro muerto diciéndome con la mirada que me aparte. Vaya, ya me gustaría evaporarme, pero los avances científicos todavía no han llegado a tal punto. Y de esta manera la marea humana me va alejando de mi grupo, se me llevan, y yo, por inercia, me dejo llevar, hasta que la mano de Oli agarra la mía, tira de ella y por fin vuelvo al grupo, que si no hubiese acabado en la otra punta del local más perdida que Wally en cualquiera de sus libros.
Lo que me gustaría ahora es tirarme uno de esos pedos que parecen una bomba atómica y que provocan un vacío de cincuenta metros de diámetro. La gente huye despavorida, pero si tú tienes huevos a quedarte es una gozada, toda la pista para ti, para marcarte unos buenos bailes en plan diva y poner en práctica el micro-cubata multifuncional con diferentes modos a elegir. Modo “más falso que Judas”: un playback en toda regla, haces que te emocionas mucho y que parezca que se te van a salir los higadillos de tanto gorgorito. Modo “salvad al soldado Ryan”: cantas, pero tu voz estridente se camufla con la de la verdadera cantante y con la de alguna amiga que grita más que tú. Modo “coros celestiales”: el “a capela” de toda la vida, sólo apto para los más valientes, o los más megalómanos, que también hay mucho suelto por ahí.
Lástima que yo no sepa tirarme pedos sin ganas, aunque, pensándolo bien, quizá consigo el mismo efecto si grito ¡¡Gripeeeeeeee AAAAAAAAA!!

מרינה

miércoles, 2 de diciembre de 2009

El negocio del siglo.

Nunca he sido de esa clase de personas que consideran al teléfono móvil como una prolongación de su cuerpo, una especie de apéndice de sí mismos. De hecho si no fuese porque vivo a trescientos kilómetros de mi familia lo aventaría a la basura ahora mismo sin pensarlo dos veces, o mejor, lo usaría al estilo Naomi Campbell para arrojarlo a la cabeza de Andrew Bud, el administrador de Mblocks Spain Telecomunicaciones S.L., el desgraciado que me tima vía celular sin que yo me entere, el capullo integral que dirige una empresa que te activa sus servicios en tu móvil si preguntarte previamente, dando por hecho que no puedes levantarte cada día sin sus mierda de prestaciones, y sin que a ninguna de las compañías mayoritarias les importe un pepino que te funda a mensajes y te desplume vilmente, porque seguro se llevan una buena tajada de esta acción ciertamente censurable.
Llamo a Orange, a ver qué narices está pasando con mi escurridizo saldo. El primer paso es ponerme a hablar con una máquina.
-Diga “continuar” para otras opciones.
-Continuar.
-Perdone, no le he entendido.
-Continuar- digo vocalizando, con los ojos abiertos de par en par, porque así me creo que lo hago mejor.
-Perdone, no le he entendido.
-Continuar- me cago en la mierda de la máquina.
-Perdone, no le he entendido.
-Continuar, continuar, continuar, continuar, ¡continuaaaaarr!
-Le pasamos con un operador.
¡Toma! Cuanto más gritas antes te pasan con alguien real.
Por fin, después de ponerme veinte veces la misma canción, de montarme en mi cocina una coreografía digna de la compañía de Víctor Ullate, ahora que empezaba a gustarme el ritmillo, me pasan con la operadora que, mientras mira mis datos en un ordenador, que debe de ser primigenio, aquel que ocupaba lo que una habitación, porque coño, hay que ver lo huevones que son (mi teoría es que lo hacen para no atender tantas llamadas con quejas, para que te quemes, y así la próxima vez te pienses dos veces el volver llamar). Total, que comienza a enredarse en una explicación acerca de la nueva tarifa que se dilata durante cuatro agonizantes minutos de reloj.
Estas que sí, guapa, me acaban de despojar de más de la mitad de mi saldo, para una vez que me digno a recargar el móvil, y me vas a encular una promoción con la escusa de que no voy a poder felicitarles las navidades a mis seres queridos. Créeme, sobrevivirán.
-No, gracias- le digo sin perder la compostura. Me dice lo que tengo que hacer y que vuelva a llamar más tarde para acabar de solucionarlo. Y eso hago, vuelvo a llamar, y con mi truco de gritar “continuar” como una borrega me vuelven a pasar inmediatamente con un operador, sin bailar, que en la parada del bus me da corte.
Me vuelve a comprobar los datos y aprovecha para contarme la nueva tarifa sin la cual parece ser que el equilibrio de mi mundo se va ir al traste.
-No gracias-le corto-tu compañera ya me la ha explicado.
-La promoción incluye...
-Que sí, que ya lo sé, que me lo ha contado tu compañera.
-Pero… escúchame es que la promoción se adapta estupendamente a…
-No, mira, escúchame tú a mí, no me cuentes milongas de promociones cuyo único fin es dejarme los bolsillos pelados, sólo quiero que me soluciones mi problema y lo hagas ya. Además, ¿de dónde cojones ha sacado esa empresa mi número? ¿Por qué se revelan datos que se supone deberían ser confidenciales? ¿Por qué la compañía permite a otras empresas que estafen a sus clientes? ¿Sabes qué? Que sois todos del mismo palo, ¡timadores! Iros todos a la mierda, me cambio a Simyo.
Lo peor es que seguro que les da igual, porque con una clienta como yo seguro que no se iban a hacer de oro, aunque el desgraciado de Andrew Bud, sentado desde su elitista sofá de cuero negro sí.

מרינה

jueves, 12 de noviembre de 2009

Manos a la obra.

Tras un extenso e inevitable letargo y tras el comentario de mi colega Adrian (jodido a ver si me haces una visita de una santa vez) que apuntaba hace unos días “Marina, Morfeo ya huele”, sí, he vuelto a la carga, lo he pensado y Morfeo apestaba. Pero la cuestión es que últimamente tengo dos amores, uno terrenal y obligatorio, y otro platónico y voluntario.
Mi amor terrícola, o como yo lo llamo, el beduino, es un amante insaciable que se tercia demasiado caprichoso y exigente cada minuto de mi día, como un niño que ansía la atención de su madre a cualquier precio. Me nutre de vida a la par que me la roba lentamente y, a menudo, suele recordarme la importancia de la retórica y que hace un milenio que no me siento a plasmar mis devaneos.
Mi amor cósmico es sólo una manera de pasar el poco tiempo que el beduino me deja ahora que Omar -alhamdu lillah- ha quedado relegado al olvido. Y, ¡¡¡grrr ay omá que rico el obrero tío bueno!!! Voy a ser sincera y reconoceré que cuando me aburro en clase de literatura, que es siempre, me hecho un montón de polvos mentales con él, de tal manera que cuando salgo y me preguntan cómo ha ido la lección magistral del Dr. Puig siempre contesto “excelente, es una fiera”.
Cuando voy a comprar el pan, divina, por supuesto, ahí lo veo colocando los baldosines que luego yo pisaré, y cuando vuelvo ya se ha quitado la camiseta. ¡sí, sí¡- clama un voz dentro de mí ¡¡quítatelo todo!!
Así que, de vuelta a la ciudad del viento descontrolado, me digo a mí misma que como no lo vea me encadeno a las vallas que cortan el paso de los coches y no paro de reivindicarme hasta que se presencie el “obrero tío bueno”, aunque lo mismo llegando a ese extremo el tío me dejaba ahí toda la noche y al día siguiente aparecía yo, cabizbaja y desnutrida, con una cierta similitud a la loca de los gatos de los Simpsons.
Total, que salgo el lunes y no está por ninguna parte, mierda, joder –juro en hebreo- debe de estar metido en una zanja ocupado con alguna tubería que, por cierto, no es la mía, hasta que de repente, alguien que no alcanzo a distinguir bien porque soy miope perdida, levanta la mirada hacia mí, y ahí la deja, suspendida en el aire. Sí, nos miramos hasta que el cuello no me da más de sí y me voy a casa sumida en un mar de incertidumbre y preguntándome si algún día llegaré a reunir el valor necesario para acercarme y decirle, “obrero de mis sueños de clase de literatura, necesito que me hagas un reforma, general a poder ser”.


מרינה

jueves, 22 de octubre de 2009

Morfeo se me escapa de las manos.

El curso acaba de comenzar para mí y también con él la desesperación y una triste despedida de unas cuantas horas de sueño nocturno. Así, el martes ya le he robado cuatro horas a Morfeo, y esto para mí es grave. Me levanto de la cama cual zombi y en una hora sólo consigo vestirme, maquillarme y hacerme la cama. Mis movimientos se prolongan en el tiempo mucho más de lo debido pero yo no doy cuenta de ello, bien, parece que va a ser un día largo y lento.
Bajo a la calle y sólo siento frío y cansancio, al menos el autobús no ha tardado veinte minutos. Subo tambaleándome, haciendo un gran esfuerzo por mantener mi estructura ósea erguida, oh Dios mío como no encuentre un sitio libre engancho a una abuela y la despojo de su asiento sin consideración alguna, o me siento encima de ella, sí, creo que esta idea es más pacífica y además evitaré que se abalancen sobre mí todas las abuelillas con el bolso en actitud de “te voy a dar el azote de tu vida niña”.
Y ahora el metro. No existe rutina mañanera madrileña sin sufrir las aglomeraciones, los empujones, las miradas asesinas y las que te dicen “los siento pero es un asunto de vida o muerte que te aplaste”. Vale, me doblego y pierdo durante quince minutos mi espacio vital básico, así que allí estoy sintiéndome como una sardina enlatada, pobre animalico allí tan encerrado, y pobre de mí con la mano del de atrás en el culo, el codo de la de la izquierda aproximándose peligrosamente a mi ojo, el brazo de la de la derecha cruza por encima de las gemelas intentando asir su mano al barrote y el perfume, de cierto parecido a Brumel, del de delante está comenzando a invadir el aire del cubículo, destruyendo todo el oxígeno y privándonos de él.
Entre el atontamiento fruto de calor y del potente perfume comienzo a delirar. Me imagino cayendo sobre el manto de personas sin agarrarme a nada y balanceándome a merced del dulce vaivén del tren, como decía la canción, mantenerme de pie sólo gracias a la barrera humana.
Y con la tontería he llegado viva a mi destino y, contenta, salgo de vagón, salgo yo, porque mi brazo y mi bolso se han quedado dentro y perecen no llevar intención de salir. Estiro sin descanso, pero no se mueven ni un ápice, como se cierren las puertas me veo corriendo a la par que el tren por todo el andén con el brazo atrapado entre la multitud. Podría sacarlo, pero no sin mi bolso. Sigo tirando, incluso pienso ya en darme impulso colocando una pierna en la pared, pero por fin el engranaje se mueve y bolso, brazo y yo misma salimos disparados por el esfuerzo. Casi pierdo el equilibrio y caigo redonda al suelo para disfrute de todos los pasajeros que me miran curiosos, pero hoy no es día de montar paripés, así que me doy la vuelta rápidamente y desaparezco como un exhalo del lugar de los hechos, despierta ya inevitablemente.

מרינה

martes, 13 de octubre de 2009

Esa extraña habilidad.

Se gira aproximando peligrosamente su mano hacia un vaso que contiene un conocido antibiótico. Como si de un déjà vu se tratase veo lo que va a suceder a continuación, sólo que éste no es uno de esos momentos que crees que ya has vivido, es que esta situación suele repetirse con cierta frecuencia ¡¡Splash!! Y el contenido del vaso rocía a mi hermana dando un tono anaranjado a su chaqueta.
Y mi madre, único factor causante de dicha faena se queda paralizada con la mirada perdida.
Oh no, oh no, ahora también sé lo que viene a continuación.
Mamá, con ese misterioso poder que posee analiza en apenas unos cuantos segundos la situación. Yo me imagino lo que pasa por su mente y es como un robot (voz metálica incluida).
Gira mecánicamente la cabeza y mira a mi hermana.
Pii-pii acercando zoom. Pii-pii fluido químico impregnando tejido. Pii-pii cara de póker. Pii-pii veredicto: no culpable. Pii-pii alejando zoom.
Levanta la cabeza para divisar a mi padre.
Pii-pii acercando zoom. Pii-pii ajeno a lo ocurrido. Pii-pii lejanía. Pii-pii veredicto: no culpable. Pii-pii alejando zoom.
Baja la mirada apuntando hacia mí. Mierda.
Pii-pii acercando zoom. Pii-pii cercanía. Pii-pii sonrisa burlona. Pii-pii veredicto: culpable. Pii-pii alejando zoom.
Y comienza:
-¿Quién ha dejado este vaso aquí?- siempre empieza sus preguntas retóricas con un quién, es una mera introducción oracional pues la intención es hablarme a mí, y sólo a mí.
-¿Es que no ves que el vaso ahí podía caerse?- veamos aquí la selección del vocabulario. No escoge el verbo tirar, ya que el uso de este verbo implica que alguien lo ha tenido que tirar, lo mires por donde lo mires, (alguien) tiró el vaso, o, el vaso fue tirado (por alguien), el vaso no se tiró. Sin embargo, el vaso se cayó, no puede ser caído por nadie. Así, mediante esta simple permutación verbal conseguimos que la culpa recaiga sobre otro. Es la magia del lenguaje. Vaya, que me sale la vena filóloga.
Total, que ahora la culpa la tengo yo, y ella sigue con su charla, bla bla bla, mientras, yo conecto el piloto automático hasta que llega mi padre. Se acerca a mí por detrás y me susurra al oído algo que me parece increíble que no haya notado en sus treinta y tantos años de casados y que me proporciona un cierto grado de complicidad con él.
-¿Desde cuándo tu madre comienza todas sus broncas con “quién”?
-Desde siempre papá, desde siempre.

מרינה

jueves, 1 de octubre de 2009

¿Se me escuchaaa...?

La mayoría de las veces, si no todas, cuando escuchamos nuestra voz ya sea en videos o grabaciones nos horrorizamos ¡oh Dios mío! ¿Esa es mi voz? ¿De verdad hablo así? ¿Con esa voz de pito? O peor, ¿con esa voz de Manolo el camionero? Me avergüenzo de mí misma, es más, siento vergüenza ajena por mí.
Así que nada, asumo que no me va a gustar lo que voy a escuchar pero le doy al play y comienza a reproducirse el programa en el que he intervenido esta mañana.
Efectivamente no me gusta, tengo una voz extraña, ni de pito ni de camionero, sin carisma, sin chicha ni limoná, eso sí, transmito tranquilidad, una paz sin igual, casi induzco al descanso eterno. Coño, que parece que tenga pereza en las cuerdas vocales, que me duermo en el transcurso de la palabra, que me eternizo en el discurso. Joder, menudo coñazo tiene que ser hablar conmigo, si soy así todos los días que la gente se deje de tomar tranxilium, valium, lexatin, orfidal, dormidina y demás, que ahí estoy yo para dejar roque al que haga falta. Si casi me duermo a mí misma.
Entre el adormecimiento, el uso repetitivo de coletillas, esa pronunciación casi nativa de nombres franceses y mi tendencia a contestar a todo con “no sé”, me parto, me rio de mí misma, qué le voy a hacer, me hago gracia.
Y los silencios, Laura y Cris me miran atentamente a ver qué voy a decir, pero yo no tengo más que añadir, y me callo, así, sin más, de golpe y sin previo aviso. Aunque lo peor es cuando me animan a que diga algo en árabe, qué perra tiene la gente con que les hable en árabe, vamos, seguro que se encuentran a Mohamed por la calle y no le dicen ale, habla, pero a la gente le debe de hacer gracia cuando el moruno sale de mi boca, así que nada, les hablo.
Pero, a pesar de mi insulsa voz, del letargo vocal, de las reiteraciones y de los silencios, menudas las risas que nos hemos echado, porque aquí estamos los de casa, y si Laura se ha olvidado del día en el que vivimos o afirma que se le pone la piel de punta en lugar de los pelos acatamos lo que dice sin rechistar y sanseacabó, y si a Cristina le da por subir y bajar la voz sin motivo alguno no se convierte en una tragedia, y si llama el policía para dar la última hora en la calle pues nos encanamos y nos ponemos caras porque se enrolla como las persianas. Y así, sin darme, cuenta llevamos dos horas de programa y esto ya se acaba, así que sólo me queda agradecer la invitación nuevamente y decirles:
-Me voy… pero volveré.

מרינה

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Jucal Radio me abre sus puertas.

Mañana, día 1 de octubre, una servidora en Jucal Radio amenizando la mañana entre las 9 y las 11 con los ritmos árabes más cañeros.
Si quieres escucharme sintoniza la 107.9 desde Zaragoza y en internet a través de www.jucalradio.com.
Mis agradecimientos anticipados a Jucal Radio por invitarme a pasar la mañana entre micrófonos, darme la oportunidad de hacer lo que me gusta y enseñárselo a la gente.
מרינה

martes, 29 de septiembre de 2009

El supositorio científico.

Por fin ha llegado el día del estudio, todo un chollo si piensas que te van a pagar por beber latas de cerveza que también te regalan. Estupendo, pero… estoy asustada.
Llevo semanas evitando no buscar en internet qué narices es una bioimpedancia, una plestimografía por desplazamiento de aire y un aparato llamado Bod-Pod en el que piensan meterme. Pero como el autocontrol no es algo que yo controle a la perfección comienzo a vagar por la red esperando respuestas. Lo encuentro. Oh Dios mío. Me van a poner electrodos en pies y manos, pero eso no es lo peor, el tal Bod-Pod es como una cápsula gigante, como un supositorio claustrofóbico a punto de entrar en el culo de alguien.
Entro al laboratorio y me dicen que me quite la ropa. La opción era o bikini o ropa ajustada rollo mayas, así que ante los pelos, mayas. Y ahí estoy yo, descalza y de negro de arriba abajo con unas mallas que a Oli le quedan estupendas pero que a mí me sacan hasta vergüenzas que no sabía que tenía, camiseta licrosa y gorro de nadador negro, más bien parezco un caco.
-Ale, para adentro- me dice la investigadora.
Bueno, venga, vale. En internet la gente sonreía dentro del aparato así que no puede ser tan duro. Yo puedo, yo puedo, me repito insistentemente.
Me meto, me siento y me cierran la puerta. Sólo tengo que quedarme allí, quietecita, relajada. Me preguntan por la ventanita que si me agobio, pero todo lo contrario, me siento como un pollito en un huevo, me siento bien, hace calorcito aquí dentro, las voces se escuchan lejanas, incluso me hace gracia y tengo que contenerme mucho para no mearme de la risa. Y ahí acaba el estudio, hasta la semana que viene que tengo que volver con una maletita para llevarme mi alijo de cervezas, espero que no me pillen en el metro y me tomen por una contrabandista de poca monta.
Por cierto, quizá, próximamente, yo misma, en Jucal Radio amenizando la mañana.
מרינה

domingo, 27 de septiembre de 2009

Omm... ael...

Después de sobrevivir a una cena llena de deliciosas tapas coloridas, aromáticas y exquisitas en definitiva frente a mi coca-cola zero, ahora que, tras los exámenes, he sustituido las valerianas como complemento alimenticio por la comida en sí, nos encontramos vagando por las calles con su recién pintada bicicleta a Ommael, todo un mito de la Zaragoza actual.
Su esencia es felicidad, gozo y paz -palabras textuales- y nos cuenta que para ser feliz hay que ser consciente de ello, de la capacidad que cada uno tiene para lograr la felicidad.
-La tierra me tiene enamorado de tanta belleza-afirma en estado de trance pasajero.
Nos informa además del alineamiento del sol con el centro de la galaxia que tendrá lugar el 22-12-2012, y que causará el final de una mala época para comenzar con una buena. Uh, lo mismo se refiere a la crisis, debería llamar a Zp, lo mismo le pone a Ommael un ministerio, oye, todo podría suceder. Ya me lo imagino, Ministerio de Asuntos Esotéricos, y Ommael al frente, con sus pantalones de flores informando de los últimos sucesos cósmicos ante los medios.
Ommael también te da tu horóscopo, te dice cómo eres interior y exteriormente, te analiza, te lee la mano y te transmite una filosofía de vida que, aunque él esté más para allá que para aquí, ya la quisiera yo para mí. Un tipo curioso, la verdad.
Me dice que me encanta encantar y que soy la diosa Venus, y yo estoy a punto de decirle que me lo llevo a casa para que me levante la moral todos los días.
Más tarde, en casa, leyendo los papeles del horóscopo que me ha dado sin pedirme nada a cambio, algo raro en estos tiempos, he de decir que me deja más flipada de lo que él está, que ya es decir. Debo de ser cien por cien predecible porque los malditos papeles no sólo me dicen todas y cada una de mis virtudes, si no que recalcan todos mis defectos y empiezo a pensar que tal vez no esté tan chiflado como parece a primera vista, quizá tenga razón en algo.
Mientras tanto me voy a meditar, omm… ael… omm… ael…
מרינה

domingo, 20 de septiembre de 2009

Renovarse o morir.

Para mí existe algo que llamo círculo de amigas, y tal círculo es algo inquebrantable, aunque las cosas muchas veces no se pueden mantener como uno siempre hubiese deseado.
Todas juntas pasamos la etapa novios y comprendimos por sí solas que había determinados momentos que eran sólo nuestros, que no se compartían con nadie más, pero parece que una de las ovejas se salió del corral, no comprendió bien el mensaje.
La cosa resulta más complicada aún cuando una de tus amigas viene con regalo en forma de angelito que vomita judías verdes en la pared de casa de una de tus amigas el día de su cumpleaños.
Y ahora que pienso en mi cercano cumpleaños temo. No por unas judías verdes esculpiendo la pared de casa simulando un Picasso, si no porque parece que todo se va al traste, pues nuestras cenas de cumpleaños eran intocables, sagradas. Ya lo he dicho, eran.
Imaginaba noche de chicas, diciendo burradas como “iba tan pedo que acabé sin darme cuenta en un pueblo de la sierra cuyo nombre no recuerdo” , jugando al “yo nunca nunca… me he liado con un tipo casado”, disfrazándonos de moro, vaca, princesita, vikinga…, bebiendo hasta no poder más vino peleón “Cumbre de Gredos”, quizás potar en un taxi antes de llegar a la capi, partir la pana hasta altas horas y no saber ni cómo llegaste a tu cama.
Sin embargo visualizo un cumpleaños calculando cada una de las palabras “estaba tan contenta que me fui a la montaña a respirar aire fresco”, algo que no se me da nada bien, por cierto, jugando a “Marcianito nº 1 llamando a…”, bebiendo coca-cola, o peor, chupitos Rives sin alcohol, la potada la pone el niño, por descontado, y darlo todo en el cine de las sábanas blancas a primera hora de la noche. Estupendo.
¿Cómo decirle a tu amiga que ni se le pase por la cabeza aparecer con la super pandi (que en ocasiones suele incluir al ex de la hermana, y si no a la hermana) ya que “no apto para menores de 18” sólo excluye al angelito?

מרינה

jueves, 10 de septiembre de 2009

Identifícate.

Espiamos por naturaleza, y también nos espían.
Recuerdo el primer año de carrera y los informadores camuflados de estudiantes que por allí pasaron, quizás en busca de futuros kamikazes o posibles aliados de al-Qaeda. Sí, suena disparatado en una clase de veinte chicas.
El primero que desapareció había destacado por ser uno de los pocos chicos que había antes de que decidiéramos acabar con todos, y porque era rarito, para qué mentir. Su coartada: no sabía nada de árabe y quería aprender porque su novia era árabe. Al cabo de unas cuantas semanas y tras examinar fugazmente la caligrafía del susodicho comenzamos a sospechar de él. Por el amor de Dios, si él casi escribía en cúfico mientras nosotras nos conformábamos con una serie de garabatos al más puro estilo parvulito. Era del servicio de inteligencia israelí, más conocido como Mosad, la maquinaria más potente y eficaz en lo que a espionaje se refiere.
Al segundo lo rebautizamos como Horatio, sí, el de C.S.I. pero adecuado al medio español, es decir, más gordo, más feo y más torpe. Desapareció a consecuencia del cachondeo que nos traíamos en clase, después de escondernos tras las cabinas de clase de árabe hablado y aparecer de improvisto lanzando disparos imaginarios al aire, sonido de pum pum incluido, en las mismas narices del propio Horatio. Pertenecía al CNI, Centro Nacional de Inteligencia.
Y también recuerdo cuando a mi profesor de árabe le dio por malinterpretar todas y cada una de mis palabras para degenerar en una firme creencia acerca de mi afiliación al Mosad. Las situaciones incómodas se sucedían. En una ocasión se me ocurrió decir que el nombre de Rita era bastante común en Israel y su contestación fue ¿eres judía?
¿Qué? ¿Acaso eso es una contestación? Y qué coño, que soy Marina, de Zaragoza, y no Mariam de Tel-Aviv, cansino.
-Yo sé que tengo espías en esta clase- afirmaba,o- sé que viene gente del Mosad a investigarme- me decía mirándome a los ojos.
Joder, qué petardo. Vale, sí, quizás he dedicado muchas horas a la profesión, pero sin ningún ánimo de lucro y no para fines políticos, sólo soy una aficionada.
Así que, vigila tus espaldas camarada, porque nunca se sabe quién puede estar tras tus pasos. O sí.

מרינה

sábado, 5 de septiembre de 2009

Una caja de ibuprofeno y a ti, por favor.

Últimamente los días se hacen eternos, los minutos parecen horas, las manillas de los relojes de casa se han quedado estancadas, y no, no es porque la casa más bien parezca una olla de agua hirviendo y todo movimiento haya quedado interrumpido por el sofocante calor, es más que nada por haberme vuelto a dejar toda la mierda del mundo mundial para septiembre y por lo cual me hallo más aburrida que el rey dando el discurso de navidad.
Aunque una gran parte del tiempo la pase delante de los apuntes, no significa que esté estudiando. Puedo estar divagando por mi mente, pintándome las uñas con los subrayadores de colorines que de tan poco me sirven, intentando con poco éxito deshacerme del improvisado pintauñas, coger los tirantes del sujetador, estirarlos y decir 15, soltarlos, 22, y así paso el rato.
Y de tanto hacer nada no veas el dolor de azotea que me está entrando, anda que me bajo a la farmacia a que me den drogas de las duras.
Después de que se me cuelen dos abuelos, llega mi turno. ¡Toma! Cómo está el nuevo farmacéutico.
-¿Qué te pongo?
Cachonda.
-Eh… una caja de ibuprofeno-y a ti-, por favor.
- ¿Cuatrosiento o seisiento?- y me lo dise con ese asento andalú.
¡Mil! ¡A mil me pones!
Y esas han sido las únicas palabras que hemos cruzado antes de salir cagando leches de la farmacia después de que me sonría amablemente, me desee un buen día y yo logre dominar unos impulsos irrefrenables de agarrarlo de la bata y decirle: un ungüento te hacía yo a base de mi fórmula magistral con el que te iba a cubrir cada centímetro de tu piel, salao.
Y ahora sí que me llaman las obligaciones, pero a gritos.

מרינה

jueves, 3 de septiembre de 2009

Punto y final, se supone.

Buenas tardes ¿Qué les pongo señoritas?
Voz de hombre. Omar nunca jamás diría eso. Me giro. Pantalones negros. Bien. Camiseta blanca. Bien. Subo más. ¡¡¡Aaaahhhh!!! ¿Quién narices eres tú?
Definitivamente no vuelve, todo lo indica. Primero alguien usando su armario. Sí, vale, sigo mirando por la ventana, lo reconozco. Es que se ha convertido ya en un tic nervioso, es como limpiarse el culo después de cagar, necesario e inevitable, pues lo mismo. Salgo a la terraza, miro; me siento en el sofá, miro; me paseo por casa sin motivo aparente, miro. Total, que ahora esto ¡un sustituto! Imposible no chemecar y mirar con ojos de cordero degollado a las chicas antes de añadir que este no es Omar. Por descontado que el nuevo tenía que oírme, si no ya no sería yo y mis meteduras de pata, pero él se limita a traer las tres cañas de rigor.
-¿Está todo a su gusto?
Las chicas asienten, pero yo todavía estoy digiriendo el inesperado cambio, a mi manera, claro, de brazos cruzados y enfurruñada como una cría.
-Estupendo. Que aproveche.
Oye, tú, no te hagas el graciosillo conmigo ni intentes ser amable en extremo, pues no me caes bien. Mucho nos vas a tener que mimar a base de tapas de postín y jugosos descuentos para ganarte mi cariño. Bueno, mi cariño entre comillas, porque a este sí que no me lo meto a la cama.
Como diría la gran Gloria Estefan “y vamos abriendo puertas, y vamos cerrando heridas” así que, supongo que este es el fin de una era y el comienzo de otra. Supongo que volveré a ser la misma de antes, aunque ahora no puedo acordarme con qué ocupaba mis pensamientos antes. Joder, encima tendré que buscarme un hobby o algo con lo que matar el rato, demasiadas horas dedicadas al espionaje y al análisis de pruebas han dañado mi capacidad para hacer cualquier otra cosa. Dedicaré mis esfuerzos pues a buscar otro pito que tocar, no en sentido literal.

يا عومر, يا حبيبي, يا حياتي, عندما تعرّفتك أعتيت لي الحياة والان منعتها مني, أشهر كثيرا ما يحدثك. لا أريد انك حزين, أنا بحاية الى أرى نور عيونك, ابتسامتك. أرسلك قبلة كبيرة جدّا. دائما لك, مارينة.
מרינה

lunes, 31 de agosto de 2009

¿Se acabó? ¿Ya? ¿Así?

Una semana ¡Una maldita semana hace que llegué a Madrid y una maldita semana hace que voy buscando al desgraciado éste! Parece que la tierra se lo ha tragado, ha desaparecido sin dejar rastro alguno, ni siquiera yo he encontrado pistas acerca de su paradero. O soy yo que estoy perdiendo facultades o el muy capullo se esfumó sin más, sin avisar. Bueno, vale, no me iba a avisar a mí precisamente, aunque hubiese sido todo un detallazo por su parte.
Así que ante la ausencia de indicios que me proporcionen un halo de información sólo me ha quedado aguzar el ingenio y construir una hipótesis por día, cada cual más extravagante hasta llegar a la más aceptable, y más dolorosa.
Martes: no habré coincidido con él. Que no cunda el pánico.
Miércoles: no lo veo en el trabajo. Oli dice que ya hace un tiempo que no lo ve. Tendrá unos días de vacaciones. Raro, pero plausible.
Jueves: vale, definitivamente no está en el bar. Habrá cambiado de trabajo. Es lo más probable conociendo a su jefe, al cual ya le hemos diagnosticado tres personalidades, Dios sabe si descubriremos una cuarta, y estamos esperando que brote cualquier día de estos.
Viernes: nuevo trabajo, nuevos horarios. Debería volver a implantar la jornada completa en el puesto de vigilancia. Ha salido de borrachera con los amigotes del nuevo curro.
Sábado: se fue un día de fiesta, se cogió el pedo del siglo, se pegó una ostia de las que hacen historia y tiene la pata chula. De ahí que no salga al balcón ni su persiana se mueva el más mínimo milímetro.
Domingo: ha cogido la gripe A, tiene algún tipo de problema respiratorio y está ingresado en el Gregorio Marañón, sólo por precaución.
Lunes: las pocas matemáticas que conseguí aprender en el instituto por fin tienen una aplicación en la vida real. Calculo grosso modo hace cuántos meses que se fue a Colombia la última vez y reparo en que pronto salimos de cuentas. Vamos, que dejó preñada a la innombrable, así que se ha ido para no perderse el espectáculo de ver a su mujer gorda como una vaca a puntito de nacer el fruto de sus entrañas. Esta vez no volverá.
Mierda ¿Y ahora qué?

מרינה

domingo, 30 de agosto de 2009

Urge vecino.

Hoy, mientras estaba haciendo algo que no es lo que debería de estar haciendo, me he dado cuenta de que, eso que dicen de “la española cuando ama, ama de verdad” es completamente cierto, o al menos aplicable a mi caso.
Tenía quince años y él era mi vecino. Me dije a mí misma “se me pasará”, pero no se me pasaba. Así que transcurridos dos años, o más, porque ya me bailan las fechas, acabé por acostumbrarme a sonreír nerviosa, a saludarle con el “síndrome de la mano tímida”, a esperar encontrarlo a la vuelta de la esquina, o en cualquier fiesta, ambos borrachos como cubas. El único momento que nos dedicábamos el uno al otro.
Con el tiempo llegaron los cambios, y con la lejanía el olvido parcial, pues, cada vez volvía al pueblo, sólo deseaba encontrármelo casualmente. Y ese característico cosquilleo en el estómago nunca desapareció hasta que ese minúsculo hombrecillo irrumpió en mi vida.
Sí, años más tarde la historia se repite, menudo coñazo joder, parece que mi vida sea cíclica. Así que volví a enamorarme, de mi vecino, por si no lo había dicho en ningún momento. Le quise casi desde la primera vez que lo vi, y al mes siguiente ya me dije “se me pasará”. Uhhh, malo, malo, malo, porque ya sé lo que pasa si digo eso.
Así que, como creo que ya estoy en la etapa “me acostumbraré”, y la cosa va de vecinos, sólo espero que los que alquilen otro de los pisos de enfrente, justo tres niveles por debajo de Omar, y con mejores vistas, sean tres tíos, a cada cual más cachondo. Y puestos a pedir que haya un arqueólogo, que siempre he querido uno.


מרינה

viernes, 28 de agosto de 2009

La guerra, con Gus, mejor se lleva.

Hace unos días que abandoné Kosovo, no, no el que se sitúa en Serbia, el que se localiza exactamente entre la puerta de mi casa y la carretera que conecta con el resto del pueblo. No te bombardean, eso es cierto, pero llegar a tu destino sin una gruesa película de polvo por todo el cuerpo es misión imposible, del color de los zapatos ni hablamos.
Pero si lo que querías era lucir este verano unas chancletas de esas que tanto se pusieron de moda una temporada, hace unos tres milenios, que tenían toda la planta llena de pinchitos, sí, hombre, que decían que eran todo un milagro para la circulación, para la circulación de impulsos homicidas porque, coño, cómo dolían las jodidas. Pues eso, que pasar por mi calle te va como anillo al dedo, y si no las querías pues te jodes. Las tendrás de todas las maneras, pues aunque quieras, no podrás evitar que las piedras se te claven hasta lo más profundo de tu ser. Oye, que Wilma Picapiedra hubiese matado por unas como esas, vamos, el último grito en la edad de piedra, aunque en la de bronce ya estaban de capa caída.
Bueno, a lo que iba, que a pesar de las adversidades del medio, cuando veo esas botas más llenas de mierda que el rabo de una vaca, con una suela de un grosor tal que roza la plataforma, con unos cordones tan apretados que los pies se encuentran en proceso gangrenoso avanzado. Esas garrillas de pelos rizados, esos pantalones mugrientos y raídos, sujetados por un zarapastroso cinturón, por los que asoma un calzoncillo modelo “paquetero que me ha comprado mi madre en un pack de tres del Carrefour”, ese gorro robado a Manolo o Benito en un descuido del rodaje de “Manos a la obra”, pero ese torso moreno… Sí, moreno peón de obra, moreno y tío bueno a la par.
A ti te cogería yo la pala y te iba a enseñar lo que es un hoyo en condiciones moreno de ojos verdes.
מרינה

miércoles, 26 de agosto de 2009

Si la vida te da la espalda... enséñale el culo.

Adoro el Mercadona ¿Quién no adora el Mercadona? Mercadona es lo mejor que ha pasado en mi pueblo desde que pusieron Ikea en Zaragoza, todo un boom. No hay un día que no vaya, aunque sea para comprar una pijada, bueno, incluso un día fui únicamente a pasear porque, la verdad, es que era lo mejor que había por hacer esa tarde.
Me recorro los pasillos uno a uno empujando mi carro, que yo siempre cojo carro porque la cesta se menea más que la compresa de una coja, y llego al pasillo del agua, donde puedes elegir entre una demasiado amplia variedad. Bien, después de deliberar largo y tendido me decido por una. Ole qué arte agachándome, qué arte agarrando con todas que puedo las condenadas botellas, y qué arte enseñándole al abuelo del final del pasillo todo el culo, bragas violadoras incluidas, ole, ole y ole.
Mierda, el arte el que tengo para ir haciendo el canelo allá por donde voy. Me giro y ahí está, en la esquina, apoyado sobre unas latas de fanta, mirándome desde la lejanía (la suficiente para no perderse la escena) con la boca abierta de par en par. Bueno, al menos le ha gustado, aunque por la cara de viejo verde que tiene le hubiese gustado hasta el de Carmen de Mairena, puajj.
Y mucho antes de que se me pase si quiera por la cabeza el ir y darle un bolsazo al abuelo, o gritarle guarro o similares, se me adelante la esposa del susodicho, que ya se ha percatado de la trayectoria de la mirada de su pariente, y le arrea un buen collejón gracias al cual, el marido, obediente, gira el carrito y desparece rumbo al pasillo de las conservas.
Que tenga un buen día caballero, y de nada por la panorámica.

מרינה

jueves, 20 de agosto de 2009

El teléfono roto, no, ojalá.

A veces las madres son incongruentes, incomprensibles, ilógicas y todos los in- e i- que se me puedan ocurrir, y a veces, simplemente madres. Petardas por naturaleza e irremplazables por norma general.
Una vez más recibo una llamada de la mía para recordarme lo fantásticas y maravillosas que están siendo sus vacaciones recorriendo Europa, y para recordarme de paso que a mí me ha tocado quedarme en el pueblo, soportando temperaturas infernales por culpa de las cuales llegaría a un pacto con el diablo, al cuidado del perro y a cargo de la abuelita que me llama todos los días para ordenarme imperiosamente que le vaya a buscar al otro pueblo, algo que a mí no se me ocurre ni de lejos, pues disfruto de una gloriosa paz con fecha de caducidad.
Pues eso, al tema, que me llama para decirme que ya han vuelto de Escocia y que han estado en Nosédondle, en Amiquemeimportland, en Esenombrenoloentiendow y en Esetampocool, y me cuenta al detalle cada uno de los rincones de los impronunciables pueblos que se han pateado. Oh my dog, mum please, take off the puto shoe from the mouth, que no te entiendo nada copón. Ah, y que me ha comprado una boina escocesa, al que me pague 5 pavos le envío la foto más aclamada del verano.
Bueno, y que ya están en Francia y han visitado el Mont-Quémeséyo, Saint Denadameentero y Le Grand Meestásponiendolacabezacomounbombo, incluye descripción de cada uno de los lugares con la que no voy a martirizar.
Y cuando estoy a punto de caer en un amparador sueño cual narcoléptico, me suelta:
-Ponme a Frodo.
-Que… ¿què?
-Venga anda que me lo pongas.
Y ahí estoy yo, obediente y tirada en el suelo frente al perro, luchando con él por meterle el teléfono bajo la oreja y sosteniéndolo mientras ella no cesa de repetir “Frodo” durante cinco agonizantes minutos.
Duración total de la llamada, veinte minutos, cantidad de información asimilada, cero.

מרינה

sábado, 15 de agosto de 2009

Ecológica 100%.

No es fácil llegar a tu destino cuando un sinfín de elementos te lo impiden. Creo que ha llegado el momento de plantear seriamente la jubilación de mi primer bólido pues, aunque el cariño que le tengo es innegable, y sería bonito decir dentro de diez años “este es mi primer coche, un Corsa-rio, con él he surcado las siete autopistas españolas y sigue vivo”, todo tiene un límite. Y es que lo más probable es que él sobreviva, pero no yo.
Cuando el calor aprieta y pretendo no derretirme, en plena era de la tecnología, yo debo recurrir a métodos que algunos considerarían del pleistoceno, de lo que nadie puede tildarme es de irresponsable con el medio ambiente.
Cuatro y media de la tarde y una hora de carreteras secundarias por delante recorriendo el secarral aragonés, sólo de imaginarlo me pongo mala. Un auténtico reto físico y mental.
Me abro las ventanillas de par en par y comienzo mi camino. A medida que aumento la velocidad aumenta el calor que siento, ya noto cómo me sube el moreno taxista y, seguramente, si alguien me acercase una cerilla me prendería fuego. Los pelos se alborotan, me azotan en la cara y me restan visión, casi tengo que imaginar el trazado de la carretera, y el viento a ciento veinte kilómetros hora que entra creo que va a provocar el efecto bolsa y voy a salir volando, carro incluido. Por descontado que concentrarme en berrear canciones en árabe cuando, cada vez que abro la boca me convierto en una súper heroína capaz de escupir bolas de pelo asesinas, es misión imposible.
Aún así, subir las ventanas y crear un microclima desértico artificial no es la mejor idea, aunque sí la única que se me ha ocurrido teniendo en cuenta las condiciones en las que me desenvuelvo. No es tarea fácil pensar cuando nacen manantiales de tus sobacos y el viento te apabila.
Cinco y media, parece un milagro haber llegado, pero ya estoy en casa. Bueno, yo no, al menos no tal y como era antes. El sudor ha actuado como un potente adhesivo impidiendo despegarme el vestido del culo y respecto al pelo… el resultado oscila entre chica del 11 8 11 y la loca de los gatos de los Simpsons.
Después de esto, con toda sinceridad, me la suda el medio ambiente, merezco vivir.

מרינה

martes, 11 de agosto de 2009

Mi pariente es Dolly.

Camino por la calle con aire despreocupado cuando paso por un circulillo de gentes que rodea a un señor. ¡Coño, mi abuelo!
Mi abuelo, que vive en Zaragoza, en el pueblo, sentado en la acera, con una pierna mirando a Gerona y la otra a Cuenca. Algo ilógico, pero bueno.
Me acerco, lo llamo por su nombre, le pregunto que si está bien, me dice que le duele un poco, me preocupo, me recargo el móvil para llamar a mis tíos que seguro estarán en casa y me pongo a conversar con un hombre que aguarda junto a mi abuelo.
-No, tranquila, que está bien, mi padre…- y ya no oigo nada más.
Tu… tu… tu ¿Qué? Dirá “tu abuelo”, el mío, claro, no el de él. Ay señor, que mi abuelo tiene un hijo secreto y nadie de la familia tiene ni idea ¡¡ por qué a mí estos bombazos!! ¡¡ por qué!!
Me doy unos segundos y me digo, bueno, no pasa nada, lo asumo como si fuese una de esas madre coraje. Sigo interesándome por el estado de mi abuelo e intentando contactar con alguien de la familia.
-No, tranquila, que mi padre está bien.
Y dale con su padre, qué coñazo de tío, si ya le he explicado a este hombre que es mi abuelo, que se puede marchar a su casa, que yo me encargo del asunto, que, aunque nuestra relación brille por su ausencia, no puedo volver a casa como si nada.
A punto ya de solicitar un análisis de ADN, el encenegado extraño comienza a contarme la historia de su padre y así, paulatinamente, me voy poniendo de todos los colores y me doy cuenta de que he caído en un error, que estamos casi discutiendo por un anciano tembloroso que solamente es el clon de mi pariente.
El hombre se ha debido de pensar que soy una jovencita que anda por las calles desesperada en busca y captura de un anciano que le compre chucherías. Pero no, por Dios, es suficiente con lo que tengo ya.
Así que, tirando de Frodo, me doy la vuelta y retomo mi camino abochornada por haber querido agenciarme a un abuelo que no era el mío, por no saber reconocer bien a mis propios familiares y porque, tarde o temprano, volveré a encontrarme por la calle al hijo de “mi abuelo” y reviviré este ridículo suceso.
מרינה

lunes, 3 de agosto de 2009

El matrimonio te avinagra.

Como cada año por estas fechas se suceden las fiestas del pueblo, y yo, para no perder mis propias costumbres, desde la lejanía, hago un estudio en profundidad antes de acercarme a la barra para nombrar a mi camarero de fiestas. Como único objetivo está el de caerle en gracia y que los cubatazos me salgan cada día más económicos.
Bien, ya he decidido al susodicho, por supuesto siempre de género masculino, que son más fáciles de camelar, las tías nos las sabemos todas. Además, dónde se ha visto que una chica invite a otra si no es amiga, prima, vecina o similar.
Me instalo en la barra con un brazo apoyado en ella y le pido una litrona (mini para los madrileños) de calimocho. Me lo sirve y antes de pagarle le pregunto su nombre, vamos así acortando distancias y tanteando el terreno, cuando el tío me suelta:
-Soy José, tengo 29 años y estoy casado.
Bien, amigo José, José el engreído, esa información sobraba, tu última confesión me importa bien poco y nada tiene que ver con mi empresa. Y cuando recobro la compostura y consigo quitarme esa cara de grima que se me dibuja imaginando que me toca un pelo apunto:
-Soy Marina, tengo 22 años y estoy felizmente soltera, estatus que deseo conservar por un tiempo.
Y, aunque le vaya a sonar poco creíble, con toda la sinceridad del mundo añado:
-Y sólo venía a por un inocente litro de calimocho a compartir entre todas mis amigas, y ya ves que hablo en femenino.
Vaya con los casados, que les dices “hola” y ya se creen que te vas a abalanzar sobre ellos como una loba, que vagas por las calles desesperada por cazar a uno, y que la palabra criterio se esfumó de tu vocabulario.
La soltería está menospreciada.

מרינה

lunes, 13 de julio de 2009

La misma monserga de siempre.

Nos congregamos todos alrededor de una mesa rebosante de alimentos, apiñados, pues, aunque es grande, nos resulta insuficiente. El tamaño importa, y quien diga lo contrario miente como un bellaco, pero esto no quiere decir que sea lo más importante, y finalmente, nos apañamos estupendamente con lo que hay, y tan contentos todos. Hasta que aparece la abuelita, afectada de petarditis aguda crónica, haciendo gala de sus artes de inoportuna consumada.
Hago acopio de toda la paciencia habida y por haber, tomo aire preparándome para el chaparrón e intento ponerme el piloto automático para asentir en todo momento, implorando que su visita no dure mucho y duela poco. Ilusa de mí.
La miro por el rabillo del ojo y la veo cabeceando. Un movimiento nervioso y repetitivo de asentimiento que me recuerda a algo y que me obliga a indagar en mi memoria, emergiendo rápidamente varias similitudes.
Es como los loros de mi amiga cuando se agitan inquietos dentro de su jaula. Es como el movimiento de cuello de una gallina al andar. Es como el muñeco que deja Homer Simpson al lado del ordenador presionando una y otra vez la tecla Enter, en el capítulo en el que se vuelve más gordo de lo que es para trabajar en casa. Mola.
Y me digo, chica, ríete, la risa lo cura todo, y, dentro ya de pleno en una de estas situaciones en las que no tengo demasiado claro si cortarme las venas o dejármelas largas, pues abuelita, calculando grosso modo, lleva 45 deleitándonos con su arrolladora verborrea, quizás lo más sensato sea eso, soltar una carcajada y liberar tensiones. Así que la suelto. Me parto el culo, me escojono, y conmigo Raquel, la propietaria de los loros.
Y eso es lo que hago ahora, sentada en el alféizar de mi ventana mientras observo en la lejanía los fuegos artificiales del pueblo de al lado, apurando el último piti del día y reflexionando sobre un fin de semana cargado de agradables e inesperadas sorpresas. Me río, pues la risa es el azúcar de la vida, y sin azúcar, el café, como la vida, es amargo.

מרינה

miércoles, 8 de julio de 2009

El código genético no falla.

Es probable que a alguna de nosotras ya nos hayan dicho alguna vez esa expresión que cae sobre ti como una apisonadora, “eres igual que tu madre”. No importa la boquita de la que proceda dicha combinación de palabras que juntas forman un cóctel molotov, porque el resultado es el mismo. Sonrisa, asentimiento y por dentro te estás cagando en la madre que parió a Panete y a toda su familia.
El problema no es ser igual que mi madre, que en ocasiones reconozco que lo soy, sobre todo cuando me entra el nerviosismo, cuando pretendo ser esa mujer rayo que intenta sobrepasar la velocidad de la luz y acabar con todas las obligaciones en un abrir y cerrar de ojos, o cuando nos gritamos la una a la otra sin ningún control hasta que nos quedamos bien descansadas. Y sí, es una putada parecerse a tu madre, sobre todo en los aspectos menos loables, pero dentro de lo malo no es lo peor. El problema es darte cuenta de que eres igual que tu abuela, eso sí que es una catástrofe de dimensiones descomunales, y más cuando es un ser poco social, concretando más, huraño.
Caminaba de vuelta a casa con Frodo sumida en mis pensamientos, cuando veo a la abuelita escondida en la penumbra de su ventana, mirando a través del cristal como de costumbre. Yo prefiero llamarla “Gran hermano”, y no por las virtudes propias de un hermano mayor, más bien por el programa de televisión. Abuelita es como una de las cámaras de la casa, 24 horas al día de vigilancia y ni el más nimio detalle queda fuera de su campo de visión, vamos, como si fuera la guardiana del castillo.
Y en ese mismo instante algo ha hecho “click” en mi cabeza. ¡¡¡Por las barbas de Cristo si soy igual que mi abuela!!!
Ya sabía yo que eso de montarme el puesto de vigilancia en la terraza, controlar cada paso que daba Omar y conocer al detalle todos sus movimientos lo tenía que haber sacado yo de algún sitio, que no se me había ocurrido sola. Y es que entre la vena cotilla del pueblo y los genes alcahuetes, herencia de abuelita, no podía ser de otra manera. Lo raro es que estas tendencias no hubiesen aflorado antes.
Y yo me pregunto ¿y si abuelita hubiese sido consciente de su potencial espiatorio hace unos cuantos añicos? ¿Hubiese cantado otro gallo? Nunca lo sabré.

מרינה

lunes, 6 de julio de 2009

Breve disección de la adolescencia.

¿Cómo se reacciona cuando tu hermana pequeña, con la que te llevas nueve años, y a la cual consideras que todavía es una canija, te presenta a su novio?
Demasiado bien no, desde luego. Por mi parte la boca abierta de par en par, imposible de cerrar e incapaz de articular palabra, los ojos como platos y el cuerpo petrificado. Le doy dos besos y le digo que encantada porque mi cabeza no da para más, y menos después de un número imposible de determinar de vasos de sangría, vamos, que son muchos.
Y como ahora las nuevas generaciones se comunican vía Tuenti, y el alcahueteo es algo que llevo en la sangre, me dispongo a revisar cada recoveco de la página en busca de pistas sobre la parejita y su conducta.
Por lo pronto llama mi atención el uso de una escritura poco común y que dificulta mi lectura. Abreviación de las palabras suprimiendo vocales, típico en los sms, hasta ahí todo normal. El problema llega con el alargamiento, cuya finalidad no encuentro por ningún lado, pues el lenguaje siempre tiende a ser perezoso. Se añaden vocales de alargación y se introducen haches donde más le plazca al interlocutor. Un ejemplo, si yo me llamo Marina, para ellos soy Mariinah. Curioso eh.
Otro de los rasgos comunes al grupo es que todos se quieren a rabiar, una barbaridad. Las muestras de cariño y afecto se repiten en cada uno de los comentarios de las ciento y pico páginas que he conseguido leer, y que han hecho que mi cerebro se reblandezca aun más si cabe tras la resaca que sobrellevo a duras penas.
Sin olvidarme de los incalculables “jajaja”. Todos se parten el culo, sin motivo aparente, como por inercia. Parece ser una especie de “corto y cambio” o algo del estilo. Ejemplos: “me voy a hacer un bocata de chorizo jajaja” o “mañana nos vemos en clase jajaja”. Vamos, me parto y me mondo jajaja en clase. Me pregunto si eso irá con segundas.
Total, que entre tanto vocablo marciano, tanta risa, tanto amor y tanta foto de poses con morritos y sacando culo, no me he enterado de la misa la media. Hay que ver con estas generaciones venideras.
En fin, que me voy al cine de las sábanas blancas jajaja, ah, y que no se me olvide, t qiierooh.

מרינה

jueves, 2 de julio de 2009

Confianzas en Carolina Herrera.

Tenemos un encargo. Reixel y yo caminamos por la zona más pija de la ciudad dejando atrás boutiques de moda tan fuera de mi alcance que ni giro la cabeza al pasar por los escaparates, señoronas de elegancia incuestionable y niñas con demasiado dinero en sus monederos, de marca, por supuesto. Nuestro destino es Carolina Herrera.
Voy más perdida que Alfredo Landa recién llegado a la capital y con una mueca de aflicción fruto de los retortijones de tripa, de una especie de tapón en el culo y de un sofocante calor propio de una ciudad sartén como es Zaragoza. Tengo malas noticias, me cago que no puedo con mi alma.
A duras penas y con el culo preto llegamos a CH. Bolsos, de tela, de piel, de todos los colores, inundan las estanterías. Zapatos, planos, de tacón, con bordados, con hebillas, todos los toco a mi paso. Aprovecho el momento, no es descabellado pensar que sea la única vez que tenga en mis manos un zapato de esa categoría. Por Dios, parezco un gitano en Zara.
Aun así, mis necesidades no cambian, y la urgencia del momento me pide un excusado echando ostias. Joder, no puedo, en un lugar como este no puedo. Me debato entre convertirme en “aquella que le dejó un regalito a Carolina Herrera” o convertirme en un mutante de color cambiante. ¡Mierda! Nunca mejor dicho.
Finalmente me rindo a mis inminentes necesidades primarias y me acerco sigilosa a una de las dependientas, me pongo a su lado y, con un susurro y muerta de la vergüenza, le digo que necesito hacer uso forzoso de su glamuroso baño. Me mira burlona y, antes de que comience a cavarme un hoyo y me meta en el, me conduce por un pasillo hasta la ansiada puerta.
Salgo por fin, y cuando conseguimos lo que veníamos a buscar, nos dirigimos a la caja en la cual encontramos unas tarjetitas que me llaman desde su caja de piel y me dicen a gritos cógeme. Obediente, cojo un buen tacote y me las meto al bolso. Total, ya he dado la nota, por unas tarjetas nadie va a armar un gran revuelo, y si lo hacen, alegaré que, como yo le he dejado un recuerdo a Carolina, yo también quiero llevarme uno de ella.
מרינה

domingo, 28 de junio de 2009

Aguas traicioneras.

Caminamos hacia la salida de la piscina mientras una mirada que me resulta familiar estudia mis pasos sin perder detalle. ¡Coño! ¡El amigo de Omar! Evidentemente, como deduzco antes de verlo, el minúsculo hombrecillo está presente. No sé si son las estrellas que se han alineado, las fuerzas del universo o qué, pero algo me decía que vendría, es taaaan predecible, excepto en lo referente al matrimonio, eso es algo que nadie podía esperar.
-Ali ¿de verdad te apetece irte?-le pregunto a mi consanguínea.
-Sí- contesta tajante.
-Pero… ya me contarás qué vamos a hacer en casa, con el rato que queda hasta la cena. ¿Nos quedamos un poquito más?
-Yo no quiero.
Y ejerciendo ese irrefutable poder de hermana mayor aduzco:
-Nos quedamos y sanseacabó.
Toalla y ropa fuera y de nuevo al agua. Me acerco al borde de la piscina con un ligero movimiento de cadera y tomo posición casi en frente de los cuatro “fantásticos”. Sé que me ha visto, como para no verme, si parece que sus tres amigotes me van a traspasar con la mirada. Y yo me cago en todo porque no son precisamente esas miradas las que pretendía atraer. Una vez más mis estrógenos provocan un efecto contrario al deseado pero, a pesar de ello, doy por inaugurado el nuevo puesto de vigilancia.
Borrosos se me revelan ese caballero con carencia de caballerosidad y su barriga incipiente y descolorida. Se ríe, hace el gamba, se tira en bomba, no obstante, a pesar de sus intentos por llamar la atención, sus amigos ya decidieron dónde centrarla, incluso uno acaba acercándose y se coloca a mi lado como el que no quiere la cosa.
Acabo animándome y me lanzo al agua con una única intención, torturar a la pequeña aguadilla tras aguadilla olvidando la fragilidad del bikini. Cuando le doy alcance comienzo a sentirme inexplicablemente libre de ataduras, y disfruto de una placentero desahogo en la parte superior de mi cuerpo.
-¡¡¡Ahhhh!!! ¡¡¡Jodeeeeeer!!!-y comprendo de inmediato la causa de tal sentimiento liberador, llevo el sostén por el ombligo.
Me lo subo tanto como el medio lo permite y, con media pechonalidad fuera, me acerco al borde a duras penas para recolocarme, en todos los sentidos, vaya, marcándome de paso unas plegarias para que no me hayan divisado en todo mi esplendor. De inmediato reconsidero la idea del baño y decido sentarme en el borde, bien quietecita, donde nada pueda desprenderme de mi bikini.

מרינה

sábado, 27 de junio de 2009

Todo como la patena.

Recordando, me ha llegado a la mente el primer día de mis clases de hebreo con Gus. Yo estaba nerviosa, confundida, dudosa de mis conocimientos, alterada, temblorosa. Mil preguntas me inundaban la cabeza, y con ellas la inseguridad del principiante ¿Me explicaré bien? ¿Me entenderá? ¿Iré demasiado lento? ¿O rápido? ¿Le explicaré las cosas bien o me confundiré? ¿Por dónde empiezo? En fin, una multitud de arrolladores pensamientos.
Había quedado con él en el barrio para ir a tomar algo y dar la primera de las magistrales lecciones, y por supuesto, aprovecho para llevarlo a Omar Bar.
Comienzo por el principio de los tiempos, el abecedario. Le voy mostrando todas las letras, una por una, y acto seguido lo pongo a leer. Balbucea, suda, desespera, hace lo que puede, y por fin su primera palabra, tierra.
Y de repente Omar. Me saluda con una de sus amplias y embriagadoras sonrisas y se pone a recoger las mesas. Se pasea, se luce y se planta en medio de la puerta sin hacer nada excepto contemplar el paisaje. Será capullo, de sobras sabe que lo sigo con la mirada allá donde va y, por un momento, desconecto completamente y dejo que Gus farfulle palabras sin sentido, cruce letras y cambie vocales a su antojo.
Chica, céntrate, me digo a mí misma. Y lo consigo, hasta que reaparece el minúsculo hombrecillo bayeta y KH7 en mano. Comienza su nueva faena lentamente, esparce el desengrasante por los cristales de la puerta y, dibujando círculos concéntricos, con más pachorra si cabe, retira los restos hasta que deja los cristales como los chorros del oro, tan limpios que temo porque alguna de las abuelillas acabe empotrada en la puerta creyendo que estaba abierta.
Y ahora llega cuando yo me pregunto ¿pero éste desde cuando tiene esa pasión por limpiar cristales más propia de mí y de mis desvaríos? Llevo más de un año observando todos sus pasos, que más parece que lo que hago es demostrarle al CNI que como espía no tengo precio, y nunca, pero que nunca jamás lo vi más de un minuto con una bayeta en la mano, y hoy casi le dan las uvas. Lo que parece es que Omar, a parte de los utensilios de limpieza, traía con él la parabólica y, desgraciadamente, el hebreo, como muchas otras cosas, aún no lo controla, así que se fue por dónde vino sin comprender nada, y tal vez preguntándose quién es el varón que me acompaña.
Por mi parte devuelvo a Gus a su casa con el cerebro frito y puede que con la duda de volver o no sobrevolando su cabeza.

מרינה

martes, 16 de junio de 2009

Casualidades que turban mis sentidos.

Camino por la calle canturreando “no superwoman, I´m only huuuuumaaaaan”. Algo me dice que pare, que me calle, y yo obedezco mientras levanto la mirada y dejo de mirar por donde piso para darme de bruces con ese minúsculo ser al que me dan ganas de gritarle ¡Sal de mi cabeza, te lo suplico!
Un escalofrío me recorre el cuerpo, uno de esos tembleques que sólo él me provoca, el corazón me va a mil pulsaciones por minuto y el rubor comienza a dar señales de vida. Habla por teléfono sin descuidar esa sonrisa que me vuelve loca y que me hace hablar de él como una maldita perturbada.
Agacho tímida la mirada esperando a que llegue a mi altura, pues cada vez que me lo cruzo no puedo evitarlo y lo visualizo como su madre lo trajo al mundo, y yo me pregunto si él hará lo mismo, y me da pavor, me muero de la vergüenza, quiero desaparecer, que me engulla la tierra, o adquirir el poder de la invisibilidad en ese mismo instante. Pero nada de eso sucede.
Bueno, lo que realmente deseo es abalanzarme encima de él en plena calle, pero en lugar de eso le saludo con una mezcla de cobardía, prudencia y simulada pasividad con un ademán y sin quitarme los cascos, suplicando que no me hay visto cantar estilo “mujer liberada”.
Eso sí, cuando calculo que está a una distancia prudencial me giro para mirarle el culito y hacer en voz en off mi ya conocido grito de guerra ¡ay Omar qué rico! De todas formas, oye, que me quiten lo bailao, aunque es una putada que te cagas tener la tentación tan cerca y saber que nunca más pecarás.
Hace ya más de un año que esta mente enferma no cesa de repetir “se me pasará”. Creo que voy a cambiarlo, mejor diré “me acostumbraré”.

מרינה

lunes, 15 de junio de 2009

Soy Diógenes.

¡¡¡Uh!!! Estupendo, un chico guapo frente a mi portal. Estaré todavía enganchada a otro, pero nadie me arrancó los ojos de la cara, y yo a un chico guapo lo reconozco a la legua, además, que hay muchos peces en el mar y no todos se llaman Omar.
Nos miramos fijamente mientras rebusco las llaves en el fondo de mi bolso. Las encuentro y las saco, y con ellas, enganchados, 50 pañuelos de mocos que pululan libremente por este pozo sin fondo y que caen al suelo junto con mi vergüenza.
Coñooo, qué mal… sólo esto podría pasarme a mí, joder, dos semanas llevo diciéndome todos los días que vacíe el bolso de mierdas y ahora me toca lamentarme.
Rauda y veloz me agacho a recogerlos esperando, ilusa de mí, que no haya visto la escena, que por una milésima de segundo se haya quedado ciego. Pero no, es obvio que ha tomado nota de lo sucedido, pues cuando me levanto él aparta su mirada y continúa su camino.
Jop, fue bonito lo poco que duró.
Por mi parte me subo a casa maldiciéndome directa a vaciar de basuras el bolso.
מרינה

viernes, 12 de junio de 2009

Quiero ser himba.

Nunca he ordeñado una vaca, nunca he ido a recoger leña, pero con el tiempo todo se aprende. Ya me visualizo en las estepas de Namibia dominando al ganado con mi vara al estilo Pedro Oliva “riá pá pá”.
Todo sería mucho más fácil si al levantarme cada mañana mis mayores preocupaciones fuesen recubrirme el cuerpo con una pasta roja y mantener mis rastas bien tiesas. Sería estupendo, nunca jamás volvería a peinarme ni a preocuparme porque llevo el pelo tan guarrete y grasiento que podría hacer un huevo frito en mi cabeza.
El asunto del baño… pues sí, al principio sería duro, pero a todo te acostumbras, así que las capas de mierda se irían acumulando poco a poco sin importarme demasiado. Y digo yo que como todas estaríamos igual, bien recubiertas de mugre, pues no me sentiría discriminada para nada. El tufillo… yo creo que me haría inmune a él.
Me pondría un tapa rabos de esos que llevan, las peras en completa libertad y me pasaría el día haciendo collares y pulserillas para todo cristo, vamos que íbamos a ser la tribu más enjoyada de la sabana, la envidia del desierto.
Y entre bisutería y trabajos manuales varios, me echaría un marido himba negro como el hollín, y para perpetuar nuestro linaje tendríamos niños himba, a los cuales también embadurnaría con el ocre sagrado de las mujeres.
Aprendería sus danzas y por las noches alrededor de la hoguera, junto con el chamán de la tribu, me marcaría unos buenos bailes africanos intentando chapurrear su lengua.
Así, tranquilamente, sin prisas, transcurriría mi nueva vida lejos de la teoría de la literatura. Y todos podríais venir a verme al poblado y os mostraría las ancestrales costumbres himba con mucho gusto, como si fuese una nativa, como si nunca hubiese oído hablar de occidente y sus estudios literarios.

מרינה

jueves, 11 de junio de 2009

Puffs mentales y estupideces varias.

Una recopilación rápida de las tonterías dichas y oídas a lo largo de la carrera.

¿Cuál es la mayor prueba de que no se puede viajar en el tiempo? Que nadie ha venido a visitarnos del futuro. Juan Souto, los del futuro también dejan restos arqueológicos.

Se puede expresar una vomitina en forma de grafito: Me cago en tu puta madre. Eso es una vomitina mental. Juan Souto, acojonantes ejemplos gráficos.

Ruth: ¿Sabes quién es la madre del topo? Topota Madre.
Israel: Eso se estudia en biología, el topo y la madre del topo.

Cómo me jode vender radios, es como si alquien va al Belros a por un puto chicle sin azúcar. Israel en su primer día de curro.

Perdóname, es que subo, bajo, no sé por qué hago tanta gimnasia. Arlette Sere, gimnastolingüísta.

Los piojos parecen fieras de plata en un campo de oro. Cristina Barbolani, los piojos italianos no son como los piojos españoles.

Sólo me había estudiado Aristón y Platóteles. Adriana Cativiela, conceptos claros ante todo.

Marina: ¡¡Que te estás comiendo el papel Albal!!
Alejandro: ¡¡Que nooo, que son sardinas de Asturias!! Umm, me saben a Fernando Alonso.

Ruth (haciendo memoria de un nick que había visto en messenger):Métete en una tetera y serás tetera, métete en mi cama y serás mi poya.
Ángela: Be poya my friend.

Es que, es que, es que le pintaba el ojo con tip-ex. Jaime, portador de armas blancas.

Como te den un grado de menos te vas a la deriva y acabas descubriendo América. Juan Martos, historia del islam para todos los públicos.

Marina: es que abro el armario y me siento desdichada!!!
Ángela: Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos!!!

El ser humano es vago por naturaleza, por eso las neuronas se van suicidando. Dr. José Lázaro Rodrigo Mateos.

Profesor Emilio Tornero: Allah es inmortal.
Marina: Allah no envejece.
Leticia: Allah es Cher!!!! do you believe....

Puede ser así, pero a veces también puede ser asó. Emilio Tornero, siempre hay dos opciones en la vida.

Marina: ¡Joder! ¿Es que esa no se mira al espejo antes de salir de casa?
Ángela: No se refleja porque es vampira.

La negación es más farragosa. La negación del verbo es eso; lo que antes decíamos que sí, ahora es que no, así es la negación. Francisco Girela, negando lo innegable.

Marina: mi madre este julio me va a preguntar, ¿oye piensas trabajar en algo?
Ángela: si... de cachonda compulsiva.
מרינה

domingo, 7 de junio de 2009

La pregunta del millón.

Creo que voy a optar por salir a la calle con un vistoso cartel que ponga “mal, muy mal, ¡fatal!” que dé una respuesta rápida a la duda existencial de la gente acerca de cómo van mis exámenes. Que yo entiendo que es lo típico en estas fechas, pero cada vez que surge de improvisto la cuestión se me aceleran las pulsaciones, me entran unos sofocos de infarto y me falta el aire sólo de pensar que me caigo con todo el equipaje. Chemeco, gimoteo, suspiro esperando no pasar de la risa nerviosa al llanto en cuestión de segundos. Estoy caprichosa, insufrible, irritante y marimandona.
-¡Alicia ponme un bocadillo de nocilla!
-Pero…
-¡No hay peros que valgan, ponlo!-le chillo haciendo uso de mis privilegios de hermana mayor.
Y antes de que salga por la puerta de casa le obsequio con otro de mis alaridos mezcla de rabia y desesperación:
-¡Y no vuelvas hasta tarde!
Acto seguido engancho al perro.
-¿Qué haces ahí? Buff, qué barbaridad contigo, es que talas todo, me tienes hasta el moño. Si te dejo en casa te subes al sofá bien pretico a mí, o encima de mi cama. Si me paseo me sigues, y si te saco te coflas en mi tumbona dejando una capa de pelos en la toalla. ¡Todo el santo día pegado a mí como una garrapata! Tira a la calle ¡Auto paséate!
Aquí estoy yo, sí, hablándole como una perturbada al perro que me mira con pasividad.
Diremos que la culpa de todo la tiene Omar, porque echarle la culpa a los demás es mucho más fácil que asumir la propia, y puede que más gratificante. Es probable que hoy sea la causa, y quizás también la consecuencia de todos los problemas mundiales, o al menos de los de mi mundo. Hoy no pienso ser consecuente con mis actos, no voy a asumir responsabilidades, porque no me da la gana, y punto.
P.D. Después de exámenes celebramos esas mil visitas. Suena a típico tópico, pero sin vosotros... imposible.
מרינה

lunes, 1 de junio de 2009

Cuerpo blanco y mente sucia.

Nunca celebré Pentecostés, de hecho no sabía ni lo que era, y precisamente me dirigía a celebrar su versión judía ni más ni menos, lo que ellos llaman “shabuot”, semanas, la cual tiene que ver con el ciclo agrícola. Creo que conmemora la recogida de las cosechas, pero vamos, que lo mismo no.
Me dicen que vaya con algo blanco y que lleve algo lácteo, pero no con carne, y es aquí donde se me plantea un gran dilema, no sé si llevar algo lácteo o algo cárnico, o si hoy se puede comer carne o no. Dios mío qué complicado es esto de ser judío.
Ahí estoy recorriéndome uno a uno los pasillos del Opencor, mirando los ingredientes de cada producto con lupa, no sin antes preguntar a uno de los dependientes si tenían comida Kosher y recibir como respuesta una mueca indescriptible y horripilante.
Finalmente me decido por una tarta helada esperando que al resto de la gente no se le haya ocurrido la misma idea que a mí y acabemos cenando de primero tarta Carte D’or al caramelo, de segundo Carte D’or romántica y de postre Carte D’or al whisky. Y salgo corriendo porque mi tarta está empezando a mutar en sorbete.
Entro en el metro, subo al tren entregada a mis propios asuntos y me paso de parada. Estupendo, ahora la tarta llegará chorreando.
Cuando llego veo una manada de angelotes, todos de blanco, copas de vino en cada mano y comida de la buena. Se acerca la anfitriona, la profe de hebreo que en más de una ocasión tuvo ganas de tirarme por la ventana pero se contuvo.
-¡Shalom!
-¡Shalom! Lo siento Raheli, traje una tarta del Opencor, ya conoces mi grandes dotes culinarias y sabes que podría envenenaros a todos.
La noche transcurre aparentemente tranquila entre miradas con un madurito demasiado interesante que pasea y luce al bebé de Raheli mientras yo juego con el otro pequeño de la casa, el niño bañado en chocolate. Él me sonríe, piensa que miro al niño, que rezumo instinto maternal por todos los poros de mi piel, pero a mí el que me gusta es él, y lo único que me invade es la envidia, porque yo también quiero estar en sus brazos y babearle, bueno, no exactamente eso, pero vamos, ya se me entiende. Y me voy a estar quietecita porque últimamente…
מרינה

miércoles, 27 de mayo de 2009

El síndrome de la rabia proyectada.

No puedo odiarle, no es que me lo haya propuesto, es que no me sale, aunque sí hay ira acumulada para la cual debe haber una vía de escape, una salida rápida, y hoy la he encontrado. Su amigo el “parras”.
Lo veo paseando con esa parsimonia que les caracteriza, con los ojos achinados y esa sonrisa de necio. Visualizo la figura de un simio y la de él y me asombro porque realmente tienen un parecido más que razonable. Me toca la fibra, me pongo roja de furia, me saca de mis casillas y cuando recuerdo su forma de hablar “asfibyabfibfhdowihoodfnehjdho mi amoooorrr” ya me hierve la sangre. Primero, vocaliza, y segundo, como me vuelvas a llamar mi amoooorr te escacho la cabeza.
Además, seguro que tiene algo que ver con el hecho de que algunos camareros del barrio me miren con risitas y sospecho que abrió la boca más de la cuenta, aunque la causa bien podría ser que de vez en cuando se me escapa algún gorgorito en voz alta, pero esta opción queda descartada tras un análisis profundo de la situación. Será desgraciado.
Fati dice que tengo todos los síntomas del síndrome de la rabia proyectada, y yo digo que tiene razón, porque cuando pasa por mi lado se apoderan de mi unos deseos irrefrenables de levantarme y azotarlo con el bolso estilo Margarita Seis Dedos hasta que me canse, de lanzarle a la cabeza el servilletero, la caña entera y la mesa si hace falta, de tirarlo al Manzanares, de gritarle que se vaya a un logopeda y que le pida a Papá Noel estás navidades una pizquita de inteligencia.
Me mira y me sonríe y ya es cuando tengo que hacer unos esfuerzos sobrehumanos para no soltarle una de las grandes frases de mi madre “te voy a meter una ostia que te va a parecer un cañonazo” o “te voy a dar de ostias hasta en el carné de identidad”.

מרינה

martes, 26 de mayo de 2009

Los filósofos me incitan a...

Vuelvo a encontrarme al compañero de piso de un amigo, el cachondo de Matteo, un espécimen muy válido sacado de la nación italiana y al cual tuve que tachar de mi lista de macizos e interesantes después de que se echara novia, sobra decir que siempre me resisto a preguntar por ella.
Salgo del metro persiguiendo un culo muy buen puesto en su sitio, redondito, levantado, en fin, que tengo que verle la cara. Me adelanto, es guapo, muy viril él.
Entro en clase con aire fastidioso, ya sé lo que me espera en esta jaula de tortura y, veinte minutos después, buceando en los mares del hastío, entre tanto existencialismo, post modernismo, neoclasicismo, neo platonismo, romanticismo y el intenso tedio que me inducen, acabo poniéndole ojitos a todos los tíos decentillos (es decir, no engendros de la naturaleza) de clase de teoría de la literatura, a los que les saco un par de años porque en esta asignatura soy re- repetidora, vamos, que es el tercer año que la curso, pero que a la tercera va la vencida.
Sólo por diversión, sólo por sentirme alagada, sólo porque me importa un pimiento lo que Aristóteles, Horacio o Platón tengan que decirme acerca de la literatura, sólo porque me apetece hacer un rato el gamba, comienzo un juego de miradas y sonrisitas con el rubio de gafitas de la primera fila. Es un poco pardillo, para qué nos vamos a engañar, pero el acto de quitarse las gafas y despeinarse el flequillo… en fin, cómo estamos hoy.
Genial, comienzo a ser la de antes, no una salida compulsiva, que todos tenemos nuestros días, si no simplemente divertida, con ganas de reír y hacer un poco el ganso.

מרינה

domingo, 24 de mayo de 2009

Cuando glamour y miseria van de la mano.

Me debato entre seguir siendo yo misma y salir de casa con mis zapatillas mugrientas del Pull, o venderme y acabar subida en unos estupendos y torturadores tacones, porque sé que las chicas con las que he quedado van a venir divinas de la muerte y yo terminaré sintiéndome como una andrajosa. Finalmente me reafirmo en mí misma y para no sentir que no cuajo con ese ambiente tan chic al que seguro me llevarán, me digo a mi misma que es que yo tengo un estilo mucho más urban.
Lo que yo decía, acabamos en un sitio demasiado cool para mí teniendo en cuenta los garitos, más bien garito, que suelo frecuentar. Los camareros asiáticos le dan un toque de personalidad al lugar, pero son más tontos que Abundio. Me sacan una carta que, siendo castellano del de toda la vida, me cuesta descifrar. Lo mismo me da una cosa que otra porque no sé lo que es nada, así que me arriesgo y acabo pidiendo tartetas de verduras con algo indescriptible, y doy por sentado que me voy a equivocar.
Me sacan una especie de tostadas microscópicas, dos en concreto, con una rodaja de berenjena, un mini pimiento y media cebolleta caramelizada, que no se me olviden las dos gotas de tomate. Me quedo mirando el plato con aflicción porque esas dos tostadas están ahí tan solas y yo voy a pasar tanto hambre que me doy pena a mí misma, y más pena aún me da mi bolsillo.
Me como las tostadas a mordisquitos suplicando que hagan algo de esponja con el Lambrusco. Todavía no he terminado cuando viene el camarero e intenta retirarme el plato.
-Eh ¡¡mi plato!!- y se lo quito de las manos y lo rodeo con los brazos como si fuese mi más preciado tesoro.
Pero dónde va este con mi plato. Menos mal que he tenido unos buenos reflejos y he conseguido recuperarlo, y todo eso con parte de la tostada dentro de la boca. Más ridícula, imposible.
Nuevamente, se acerca otro de los camareros y repite el mismo proceso. Me giro lanzándole una mirada asesina que lleva implícita mi mensaje: oye, tú, chino, o lo que quiera Dios que seas, como vuelvas a hacer amago de llevarte mi plato te muerdo la mano como si fuese un perro rabioso. Voy a pagar este raquítico plato, así que pienso comerme hasta las migajas, y tú no me lo vas a impedir.
Si es que no se me puede llevar a sitios con tanto glamour.

מרינה

sábado, 23 de mayo de 2009

Capítulo 87.

Me levanté agotada, como si hubiese pasado toda la noche entre grandes dilemas y andanzas varias, rescatando del olvido un paradójico sueño. La cosa sucedía así.
Caminábamos Lidia y yo por un pasadizo abovedado, estrecho, sombrío. Las paredes eran de ladrillo cocido y nos apoyábamos en ellas para continuar la travesía sin caer desfallecidas víctimas del ambiente húmedo y agobiante, hasta que otra pared del mismo material acabó por cortarnos el paso. ¿Y ahora qué? Nos preguntamos.
Incongruentemente, como si hubiese tenido una revelación divina, supe cómo solucionar ese pequeño dilema y empujé uno de los ladrillos, que se deslizó lento y sin encontrar ningún obstáculo en su trayectoria hasta que alcanzó un tope.
De improviso, un tramo del muro comenzó a moverse desapareciendo por unas ranuras situadas en el suelo y dejando entrever un mínimo habitáculo en el que únicamente hallamos un reluciente inodoro sin tapa situado encima de un plato de ducha y un interruptor en el tabique derecho.
Sin encomendarme a nada y sin pensar en las consecuencias, espontáneamente, accioné el interruptor y acto seguido el agua del retrete comenzó subir de nivel hasta que acabó por salirse, iniciando así su expansión por todo el cubículo llegando a cubrirnos los pies.
Y ahí acabó todo, hasta que meses después, sin motivo aparente, lo volví a recordar. ¡Claro coño! Lo que tenía que haber hecho era tirar de la cadena.
Aplicándolo a la historia del vecino omnipresente, lo que me quiere decir el sueño es que cierre capítulo, que pase página, que tire de la cadena y que acabe con él como si de un truño se tratase, por el desagüe, por el que nunca volverá a salir. Qué revelador el jodido sueño.

מרינה

jueves, 21 de mayo de 2009

Capítulo 86.

Hace exactamente ocho años que me expulsaron del instituto no por pocos méritos. La verdad es que lo de estudiar no me lo tomaba muy en serio, pero lo de dar por el culo lo llevaba a rajatabla.
Las faltas leves llegaban a mi casa de tres en tres. Supongo que la secretaría del instituto dejó de mandarlas de una en una, pues debía suponer un gasto en sobres importante. Y así, con el cúmulo de faltas y varios añadidos más, decidieron mandarme a casa tres días para que le diese por el culo a mi madre y les dejase a los pobres profesores unos días de tregua. Días que pasé acurrucada en el sofá con una gastroenteritis de muerte como reprimenda de la naturaleza, y gracias a la cual inspiré una pizca de pena en mi madre que cedió a rebajarme el castigo.
El detonante fue una de mis grandes ideas, de esas que nunca me salen bien, y mi perseverancia para llevarla a cabo. Íbamos varias caminando por el arcén de la carretera que separaba nuestro pueblo del pueblo del instituto, trece kilómetros nos quedaban por delante, buenas municiones de dulces y la cabezonería típica maña por bandera cuando, de repente un coche blanco se detiene bruscamente y de pronto un grito:
-¡¡¡Marina!!!
Y sale del coche iracunda la mejor amiga de mi madre. Me engancha del brazo y me obliga a entrar obedientemente en el coche junto con otra de las chicas.
-Angelines no se lo digas a mi madre, que iré todos los días a sacarte la basura, es más, los sábados te voy a dejar la casa como los chorros del oro, que te vas a ver reflejada allá por donde pasas, pero no digas nada-suplicaba en vano.
Nos dejaron en el instituto, suponiendo que a buen recaudo, pero a nosotras, chicas de ideas fijas que habíamos decidido que ese día no se iba a clase y punto, nos pareció una idea estupenda la de ir al río a tomar el sol. Y de esta manera la dirección del instituto, cuando dio cuenta de lo sucedido, tomó la decisión que ya estaba bien de tanto pitorreo y nos dio un escarmiento que yo no olvidé.
Puedo decir ahora que me giro y miro al pasado que soy una ex-gamberra, aunque a veces pienso que debería rescatar parte de esa Marina, más decidida, más dispuesta a comerse el mundo y lo que hiciese falta, más osada.
Dedicado especialmente a Almu, otra de las expulsadas, para más inri el día de su cumpleaños. ¡Felicidades!

מרינה

miércoles, 20 de mayo de 2009

Capítulo 85.

La rutina, la costumbre o yo qué sé qué me persigue, corro, pero ella es muy rápida, o yo muy lenta, y acaba alcanzándome.
Me resulta inevitable, mientras mi generoso vecino me permite robarle conexión pegada a la ventana de la terraza, no levantar la vista hacia la ventana de Omar. Mil veces miro hasta que su luz vuelve a encenderse como cada día a estas horas.
Sí, sí, vamos… quítate la camisa…
Cierto, tengo una actitud poco saludable, que seguro acabará pasándome factura pero, como él ya no está por la labor de dejarse ver nuevamente en vivo y en directo, y nadie me prohibió mirar libremente, hasta nuevo aviso supongo que lo seguiré haciendo.
Un momento, otra ventana iluminada en el bloque de enfrente, casi debajo de la ventana de Omar. Me puede la vena curiosa de pueblo y centro mi atención en ella.
¡¡¡¡¡Ahhhh!!!!! ¡¡¡¡¡Abuelaaaa!!!!! ¡¡¡Por el amor de Dios, tápese!!!
¿Qué quiere? ¿Matarme de un susto? ¿Qué el ordenador salga volando por los aires y lance un grito que se oiga en todo el barrio? ¿Que Omar se asome alertado por el grito y descubra que le observo desde mi ventana? Ah, no perdón, eso ya lo sabe, ya me encargué yo de soltárselo gracias a esta bocaza.
Decididamente debería dejar de hacer esto, darles la espalda a mis grandes dotes de agente secreto y dedicar mis esfuerzos a cuestiones menos autodestructivas, aunque sólo sea por no acabar con un doble bypass, resultado de este espectáculo que acabo de presenciar, el cual dista mucho de placentero, todo lo contrario al striptease latino que yo esperaba.

מרינה

martes, 19 de mayo de 2009

Capítulo 84.

El verano se acerca, y con él la puñetera operación bikini. Dos cosas necesito, quitarme la curva de la felicidad y hacerme con un bikini bueno, bonito y barato, y disimulador a poder ser, aunque esto no va a ser tan fácil.
La tarea número uno me la propongo todos los días desde que el capullo éste me obligó a salir corriendo en busca de un Burger King. Lo diviso a lo lejos, hasta me parece que un aura blanca rodea al establecimiento y oigo música celestial, vamos, como si llegase al paraíso, al de la grasa. Con el único objetivo de hacerme con un Long Long Long Chicken, patatas XXXXL y Coca-Cola no zero me acerco hacia la puerta babeando sólo de pensar en todo bien embadurnado de kétchup y mayonesa, ¡¡¡grrr ay omá qué rica la comida grasienta!!! ¡¡¡La mejor del mundo!!!
Un día más y me vuelvo a decir que de hoy no pasa, pero en lugar de eso, antes meterme entre pecho y espalda un buen plato de pasta rebosante de tomate, me desparramo en el sofá con un sobrecito de mayonesa en la mano absorbiendo el contenido sin demasiada efusividad y visualizándome en la piscina medio desnuda. De todo menos placer.
La segunda tarea está completada. Después de confundirme de salida con el coche por ir empanada de la vida cantando como una loca, después de darme un susto de muerte temiendo llegar a Barcelona si no encuentro pronto una salida para dar la vuelta hacia Madrid, llego sana y salva al centro comercial y me enfundo en un precioso bikini. Pero, si la parte de arriba me va perfecta, la de abajo me cuelga por el culo, y si la de abajo me queda en su justa medida, con la de arriba se me ve hasta el pensamiento. Estupendo, no estoy en concordancia, y ahora qué.
Después de mucho reflexionar abro la cortina y me planto en medio del pasillo de los probadores. Tres mujeres que estaban en el probador de al lado se me quedan mirando a punto de echarse a reír, y así acabo probándome todos los bikinis de la tienda delante de esas tres desconocidas que me aconsejan el negro. Bien, voy a ser obediente y me voy a fiar de ellas. Me lo llevo.

מרינה

domingo, 17 de mayo de 2009

Capítulo 83.

Entre grandes decepciones y asuntos varios añadidos me estoy pillando un buen pedo depresivo, de esos que como te quedes estancada acabas llorando a moco tendido en un portal sin saber muy bien por qué y mendigando abrazos a diestro y siniestro. Joder, yo no me puedo quedar en este punto. Engancho a una y le digo que vamos a la barra, si hoy me tengo que poner Martini en vena pues me lo pongo y no se hable más.
Ingiero sin parar, pero para mi desgracia no surte el efecto deseado y, desesperada ya, me paso al calimocho de la peor calidad, esa mezcla de Cola Papagayo y vino peleón, a ver si con este revoltijo explosivo dejo de quedarme en Babia cada cinco minutos y evito que todas y cada una de las canciones dejen de recordarme a ese minúsculo ser.
La cosa no mejora y además tengo que cargar con una tripota estilo niño somalí. Me da que antes esta chaqueta no me apretaba tanto, si continuo bebiendo a este ritmo la chaqueta estallará, y los botones saldrán despedidos a tal velocidad que acabarán por sacarle un ojo al primero que se cruce en su camino. Me imagino a mí misma disparando botones cada vez que hincho la barriga como si de una metralleta se tratase, apuntando, con premeditación y alevosía, a cualquiera que no me caiga en gracia. Me parto el culo yo sola durante un rato hasta que reparo en que llevo una litrona, mini para los madrileños, encajada dentro del pie. Mierda, entró hasta el fondo, me estoy viendo negra para sacarla y al final me resigno a que se rían de mí y demando ayuda para que estiren del litro y me liberen de él.
Antes de lo previsto acabo con esta extraña noche. Regreso a casa al son del gallo que me da los buenos días, un poco pronto, la verdad, con cierta incapacidad para atinar a meter la llave en la cerradura y ciega perdida, pero no provocado por la abundante, que no efectiva, ingesta de alcohol, sino porque me olvidé las lentillas y me negué a salir con las lupas.

מרינה

jueves, 14 de mayo de 2009

Capítulo 82.

Volvemos a nuestros asientos tras un buen desayuno acompañado de una charla de esas de marujillas que tanto nos gustan y el suave balanceo del Ave que nos lleva hasta Córdoba. Todavía no he posado el culo cuando un señor con uniforme que me ha seguido hasta mi sitio me llama, lo miro con cara de extrañeza y reparo en que es el de la cafetería. Me pregunto qué querrá, pero antes de que me lo diga me doy cuenta de que me fui sin pagar, así que me levanto y lo sigo avergonzada sobremanera y disculpándome todas las veces que puedo. Sí que empezamos bien el día. Venimos a visitar la mezquita-catedral, lo que todavía no sabía en ese momento es que se iba a convertir en una auténtica tortura.
Hemos quedado con el profesor en la puerta, llegamos tarde y él parece un poco molesto por nuestro involuntario retraso. Nos introducimos en el recinto y aquí comienzan cuatro eternas horas de sudores, agonías y desasosiego.
Realizamos la visita por partes, según las ampliaciones que se llevaron a cabo a lo largo de los tiempos, y que no voy a explicar, porque nada más abrir la boca el Profesor Souto me pongo el piloto automático y me limito a seguir a la gente cada vez que nos movemos.
Llevamos ya dos horas dando vueltas, deteniéndonos 15 minutos en cada conjunto de arcos para que nos explique que son de medio punto con otros superpuestos lobulados, con otro más superpuesto de herradura y con la madre que lo parió encima. Habla de los suelos, de los muros, de los techos, de las inscripciones y a este paso que vamos hablará hasta de una minúscula huella dactilar que han encontrado en un azulejo de la cúpula del mihrab.
Apenas hay bancos y los guardias nos han prohibido que nos sentáramos en el suelo, así que aprovecho cualquier ocasión para descansar mínimamente, lo mismo me da una columna, que una verja, que un saliente de pared, lo que sea, pero que me sostenga un poco y evite que me caiga redonda al suelo de cansancio y de desesperación.
Son cerca de dos horas y media ya y mi nivel de nicotina en sangre es preocupantemente bajo, o me fumo un cigarro o empezaré con los tembleques de la fase de desintoxicación. Me voy corriendo hacia los baños porque me ha parecido ver una línea de sol por debajo de la puerta, y aquí todo es tan lúgubre que olvidé lo que era la luz natural. Llego y lo primero que veo es una ventana con una reja que da a un balcón, abro los ojos como platos porque sé lo que significa eso, que si la abro fumo, y que si fumo se acabó mi tormento, al menos de momento. Pero por más que lo intento la ventana de los huevos no se abre, ni haciendo fuerza con la pierna en la pared. Así que los turistas que entran al baño se encuentran a una chiflada tirando de una manivela crispadamente.
Salgo farfullando y engancho a la primera chica de clase que encuentro para despotricar contra Souto, contra Abderrahman, contra los califas en general y contra todo lo que se menea, pero allí lo único que se mueve es la colega arqueóloga del profe, que cada vez que murmuro algo políticamente incorrecto la tengo detrás. Más bien parece un alma errante que se dedica a seguir mis pasos.
A las tres horas, cuando a todos nos parecía que íbamos a terminar y la alegría volvía a nuestras caras, Souto se saca una linterna y nos hace inspeccionar las columnas en busca de inscripciones de los constructores, mientras todos y cada uno de nosotros resoplamos y le seguimos por todo el espacio pensando en que cualquier tortura medieval sería menos dolorosa que esto.
Parece que no vamos a llegar nunca a la puerta que da al patio, pero por fin veo la luz ¡Sí! Ya estamos cerca, me dirijo pesadamente hacia la puerta hasta que dice Souto:
-Y ahora, vamos a divertirnos.
¿Aún más? Por el amor de Dios, que llevamos tres horas y media arrastrando nuestros cuerpos ¿es que no tiene ni una pizca de compasión? ¿No le damos pena?
Y por fin, a las tres horas y media salimos al patio, aunque todavía nos queda media hora más de martirio, pero al menos tengo total libertad para fumarme un cigarrillo detras de otro y sentarme en cualquier pedrusco.
En una palabra, desquiciada.
מרינה

miércoles, 13 de mayo de 2009

Capítulo 81.

Salgo de casa dispuesta a plantarme frente a Omar y a obtener una válida justificación al hecho de que salude como si no nos conociéramos de nada, encontrándome por el camino al “risitas”, que últimamente me tiene algo preocupada, pues está dejando de hacer honor a su nombre.
Reúno el valor necesario para acercarme a Omar, bueno, no exactamente, las chicas acaban empujándome y de repente lo tengo a una distancia peligrosamente corta. Los tembleques se apoderan de mí al igual que en anteriores ocasiones, pero consigo abrir la boca y preguntarle, evitando que note que estoy sudando a mares, que si le pasa algo conmigo.
Con la sonrisa en la boca me dice que no, que somos amigos. Bueno, amigos, lo que se dice amigos… pues no, tampoco vamos a exagerar, pienso yo. Y, como si yo en alguna ocasión le hubiese pedido algo, me dice que él no se puede permitir una relación estable en España y que está casado. Yo le explico, sin reparar en lo que me acaba de soltar, que no, que no se equivoque, que yo ni puedo, ni quiero una relación estable, y menos con él, pero que de vez en cuando no está mal darse una alegría al cuerpo.
Muy digna yo, sonrío, me despido y me marcho por donde he venido. Camino hacia las chicas y, de repente, me percato de la bomba que me acaba de lanzar, me cae como un gran chorro de agua fría. ¡¡¡Que está casado!!! Pero… pero…¡¡¡qué cojones me está contando el desgraciado éste!!!
Me voy acercando a cámara lenta hacia la esquina donde aguardan Olalla y Joy sin pestañear, sin hablar y sin lograr cerrar la boca, porque esto es lo último que me podía esperar, bueno, lo último no, porque es que nunca hubiese podido imaginar algo así.
Les narro como puedo el desarrollo de los hechos hasta que aparece el “risitas” que nos dice entre carcajada y carcajada:
-Ay qué chicas tan guapas.
-Gracias “risitas”-le digo yo llorando a moco tendido y olvidándome de que estoy en medio de la calle, mientras intento convencer a Oli, que está muy decida a ir a decirle cuatro cosas a Omar y atacarle con el bolso si se tercia, que es mejor pasar del tema.
De lo que no puedo convencer a las chicas es de que no monten guardia en la terraza esperando a que Omar llegue del trabajo a casa para lanzarle desde la ventana el par de huevos que el faltan y, para qué mentir, será gracioso ver su reacción, así que tampoco insisto demasiado en que olviden la idea del lanzamiento de comestibles, pero el muy cabrón tiene suerte, y finalmente nosotras acabamos cansándonos de esperar antes de que el llegue a casa.
מרינה