sábado, 23 de mayo de 2009

Capítulo 87.

Me levanté agotada, como si hubiese pasado toda la noche entre grandes dilemas y andanzas varias, rescatando del olvido un paradójico sueño. La cosa sucedía así.
Caminábamos Lidia y yo por un pasadizo abovedado, estrecho, sombrío. Las paredes eran de ladrillo cocido y nos apoyábamos en ellas para continuar la travesía sin caer desfallecidas víctimas del ambiente húmedo y agobiante, hasta que otra pared del mismo material acabó por cortarnos el paso. ¿Y ahora qué? Nos preguntamos.
Incongruentemente, como si hubiese tenido una revelación divina, supe cómo solucionar ese pequeño dilema y empujé uno de los ladrillos, que se deslizó lento y sin encontrar ningún obstáculo en su trayectoria hasta que alcanzó un tope.
De improviso, un tramo del muro comenzó a moverse desapareciendo por unas ranuras situadas en el suelo y dejando entrever un mínimo habitáculo en el que únicamente hallamos un reluciente inodoro sin tapa situado encima de un plato de ducha y un interruptor en el tabique derecho.
Sin encomendarme a nada y sin pensar en las consecuencias, espontáneamente, accioné el interruptor y acto seguido el agua del retrete comenzó subir de nivel hasta que acabó por salirse, iniciando así su expansión por todo el cubículo llegando a cubrirnos los pies.
Y ahí acabó todo, hasta que meses después, sin motivo aparente, lo volví a recordar. ¡Claro coño! Lo que tenía que haber hecho era tirar de la cadena.
Aplicándolo a la historia del vecino omnipresente, lo que me quiere decir el sueño es que cierre capítulo, que pase página, que tire de la cadena y que acabe con él como si de un truño se tratase, por el desagüe, por el que nunca volverá a salir. Qué revelador el jodido sueño.

מרינה

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