domingo, 24 de mayo de 2009

Cuando glamour y miseria van de la mano.

Me debato entre seguir siendo yo misma y salir de casa con mis zapatillas mugrientas del Pull, o venderme y acabar subida en unos estupendos y torturadores tacones, porque sé que las chicas con las que he quedado van a venir divinas de la muerte y yo terminaré sintiéndome como una andrajosa. Finalmente me reafirmo en mí misma y para no sentir que no cuajo con ese ambiente tan chic al que seguro me llevarán, me digo a mi misma que es que yo tengo un estilo mucho más urban.
Lo que yo decía, acabamos en un sitio demasiado cool para mí teniendo en cuenta los garitos, más bien garito, que suelo frecuentar. Los camareros asiáticos le dan un toque de personalidad al lugar, pero son más tontos que Abundio. Me sacan una carta que, siendo castellano del de toda la vida, me cuesta descifrar. Lo mismo me da una cosa que otra porque no sé lo que es nada, así que me arriesgo y acabo pidiendo tartetas de verduras con algo indescriptible, y doy por sentado que me voy a equivocar.
Me sacan una especie de tostadas microscópicas, dos en concreto, con una rodaja de berenjena, un mini pimiento y media cebolleta caramelizada, que no se me olviden las dos gotas de tomate. Me quedo mirando el plato con aflicción porque esas dos tostadas están ahí tan solas y yo voy a pasar tanto hambre que me doy pena a mí misma, y más pena aún me da mi bolsillo.
Me como las tostadas a mordisquitos suplicando que hagan algo de esponja con el Lambrusco. Todavía no he terminado cuando viene el camarero e intenta retirarme el plato.
-Eh ¡¡mi plato!!- y se lo quito de las manos y lo rodeo con los brazos como si fuese mi más preciado tesoro.
Pero dónde va este con mi plato. Menos mal que he tenido unos buenos reflejos y he conseguido recuperarlo, y todo eso con parte de la tostada dentro de la boca. Más ridícula, imposible.
Nuevamente, se acerca otro de los camareros y repite el mismo proceso. Me giro lanzándole una mirada asesina que lleva implícita mi mensaje: oye, tú, chino, o lo que quiera Dios que seas, como vuelvas a hacer amago de llevarte mi plato te muerdo la mano como si fuese un perro rabioso. Voy a pagar este raquítico plato, así que pienso comerme hasta las migajas, y tú no me lo vas a impedir.
Si es que no se me puede llevar a sitios con tanto glamour.

מרינה

1 comentario:

Manu MAÑERO dijo...

jajaja a mi me gusta tu glamour.
el resto que sigan invirtiendo en comida microscópica. se rumorea que los chinos te quitan el plato de la mesa para que pidas corriendo los postres y dejes libre tu asiento cuanto antes. bueno, no se rumorea, es mi teoría... yo también lo he sufrido.
ay, malditos exámenes.
un besazo!