martes, 12 de mayo de 2009

Capítulo 80.

Vuelvo a encontrarme con Omar por la calle. Camina por la acera de enfrente. Espero que cruce, que se pare a decirme algo, aunque en el fondo sé que eso no sucederá. Una vez más “hola” y continúa su camino dejándome con la mano levantada en actitud de saludo y la cara de lela, y si no fuese porque la rodilla hoy me está martirizando, y correr con la pierna tiesa es muy complicado, iría tras él para darle un buen azote en ese culito tan rico y decirle que es un gilipollas y un maleducado, que odio sentir algo hacia él desde hace tanto tiempo porque no es merecedor de tal prestigio y que no tiene ningún derecho arrebatarme la sonrisa de la boca.
Empiezo a considerar la opción de que haya desarrollado un trastorno bipolar, pues en un principio parecía inclinarse hacia otro tipo de actitudes, y ahora, no sé, ni que le hubiese pedido en matrimonio por el amor de Dios, de hecho, es que no le he pedido nada.
Intento tomármelo con humor, pero hoy no hay manera humana de encontrarlo por ningún lado, salió huyendo, se esfumó y llego a la conclusión de que lo mejor es reunir al consejo de sabias a ver si me sacan a flote o acabaré llorando como un magdalena, rebozándome por el sofá y auto compadeciéndome, y no hay nada más triste que eso.
Después de pasar por todos los estados de ánimo conocidos y por conocer, después de que le califiquemos con todo tipo de adjetivos que conlleven cualquier connotación negativa, de intentar sacar conclusiones en limpio, de buscar una venganza, de hacerme a la idea de que tengo cierta tendencia autodestructiva porque me cuesta aceptar este repentino giro de los acontecimientos, trazamos una maniobra de ataque contra Omar, y de paso también contra su amigo Parras. Seguro que dejan de pensar que tres chicas solas en un piso necesitan un hombre que las proteja. Este par de necios todavía no saben con quién se han cruzado y concluimos que hay que acojonarlos, aunque todavía no sabemos muy bien cómo vamos a conseguirlo. Finalmente desechamos esta empresa, al menos por el momento.
Urdimos un nuevo plan basándonos en la idea de que tampoco tengo por qué renunciar a todo porque las cosas no salgan de la manera que yo hubiese deseado. Eso sí, valiente gilipollas si piensa que va a venir a calentarme la cama cuando a él le apetezca, pues aquí la que lleva las riendas soy yo, así que, esporádicamente, pienso usarle como si de una pelota anti-estrés se tratase.

מרינה

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