viernes, 8 de mayo de 2009

Capítulo 77.

He cumplido con mis obligaciones, me siento orgullosa de mi misma, y con un poco de dolor de cabeza también. Las traducciones de turco no acabaron conmigo y eso merece un premio. De cenar, helado.
Bajo al chino babeando sólo de pensar en el bote gigante de helado que me voy a comprar cuando me cruzo con un hombre de pintas extrañas paseando a su perro. Lo de las pintas extrañas no es relevante, pues en mi barrio locos y no tan locos, a estas horas, llevamos malas fachas.
Se me queda mirando fijamente, con gesto impasible, parece que ni pestañea. A medida que va pasando por mi lado va girando su cabeza estilo niña del exorcista y yo dejo de mirarlo porque realmente es muy raro. No era sólo el mal presentimiento que se apoderaba de mí mientras se acercaba.
Tras unos pasos me giro y sigue andando con la cabeza vuelta, sería gracioso que ahora se tropezase con los salientes de los baldosines del suelo, pero no, no parece, en principio, dispuesto a regalarme el momento cómico del día.
No aparta la mirada y yo, desafiante, le digo:
-¿Qué pasa?
Y me contesta sacando una gran lengua blanca que extiende a lo largo de su barbilla y comienza a mover de un lado a otro.
-Ahhhh ¿Qué hace?
Oli e Isra me miran extrañados. Por supuesto no se han enterado de nada y eso que iban a mi lado.
Seguimos caminando y se nos acerca un etílico “risitas”, así llamo yo a éste que ya lo tengo muy visto y que cada día nos sorprende con algo aún más estrambótico si cabe.
-¿Cuánto cuesta un calzoncillo o un triciclo para meter la picha en el agua?- nos dice.
Desde luego que en este lugar encuentras gente poco común o quizás es que no los entendemos.

מרינה

1 comentario:

Perro dijo...

Si te sirve de consuelo yo tampoco lo entiendo xD