domingo, 10 de mayo de 2009

Capítulo 78.

Babosos, estúpidos y petardos, especies que deberían estar en vías de extinción, pero que, por el contrario, abundan en discotecas de pago y en general en todo tipo de ámbitos de la vida nocturna.
De entre todos ellos me ha tocado uno que despierta mis instintos asesinos más profundos, le metería el tacón del zapato en la boca a ver si por fin se calla y me deja tranquila, pero soy una señorita, me voy a contener y saldré huyendo al primer despiste que tenga, que lo tendrá, seguro.
Comienza a decirme que es todo un acontecimiento para él que sea la tercera vez que va a ese local y que sea mi primera vez, y que, por casualidades de la vida, nuestros caminos se hayan cruzado. Pero qué narices me está contado este tío, a mi no me parece que haya nada de especial en ello, es más, me parece normal, y le digo que me parece pero que muy raro eso que me dice y que no entiendo nada. A los dos minutos ya me estoy arrepintiendo de haber abierto la boca, porque con ello le he dado coba y ahora me está empezando con rollos filosóficos y yo, para pasar el mal trago lo mejor posible, ingiero mi Martini de golpe, a ver si con el pedo me quedo sorda, o ciega, o las dos cosas a la vez.
Más tarde empieza con la cantinela de que soy una borde y de que voy de sobrada por la vida. Primero, borde, sí, y estoy en todo mi derecho de serlo porque me estás poniendo ya enferma. Segundo, de sobrada por la vida, para nada, me parece que vas muy desencaminado y, tercero, si pretendías algo conmigo, exceptuando una insulsa y soporífera conversación, pierdes los escasos puntos que tenías a ritmo desenfrenado.
Decido quitarme los tacones, porque me están matando los pies. Si voy a tener que seguir aguantando al costra este, mejor empiezo evitándome un dolor, además, lo de volver a casa con los pies negros, a estas alturas, no me supone un grave problema. Disminuyo de altura y de paso consigo alejarme un poco de él. Pongo el piloto automático y afirmo con la cabeza cada vez que oigo un murmullo que parece ser él.
-Ponte los tacones. Ponte los tacones-me dice en repetidas ocasiones. Póntelos tú, gilipollas.
Al borde de la histeria y a punto de atacarle con un objeto punzante, que bien podría ser una horquilla (a situaciones desesperadas, soluciones desesperadas), me dice que se va un momento al baño.
-Me esperas aquí ¿no? No te irás ¿no?- y me da un beso en la mejilla. ¡Puaj!
-¡¡Corre!!- le digo a Oli.
-¿Qué?
-¡¡Que corras!!- y la engancho del brazo con intención de salir de allí lo antes posible haciéndome hueco entre la gente y preguntándome por qué no tuve las agallas de mandarle a la mierda desde el principio en lugar de hacer gala de una divina paciencia.
מרינה

2 comentarios:

Manu MAÑERO dijo...

jaja al menos no t dio tiempo a saber por sus amigos q le faltaba un hervor...
te suena?
ten menos paciencia. si el chico da asco, sé borde desde el 1er momento. asi lo han hecho siempre conmigo jaja
muakkk

Marina dijo...

jajaja si, me suena, y a este no se si le faltaba un hervor, pero hoy me he enterado de que ha ido diciendo que paso algo conmigo, será mamón!
la próxima vez ni paciencia ni ostias, te lo aseguro.