viernes, 12 de junio de 2009

Quiero ser himba.

Nunca he ordeñado una vaca, nunca he ido a recoger leña, pero con el tiempo todo se aprende. Ya me visualizo en las estepas de Namibia dominando al ganado con mi vara al estilo Pedro Oliva “riá pá pá”.
Todo sería mucho más fácil si al levantarme cada mañana mis mayores preocupaciones fuesen recubrirme el cuerpo con una pasta roja y mantener mis rastas bien tiesas. Sería estupendo, nunca jamás volvería a peinarme ni a preocuparme porque llevo el pelo tan guarrete y grasiento que podría hacer un huevo frito en mi cabeza.
El asunto del baño… pues sí, al principio sería duro, pero a todo te acostumbras, así que las capas de mierda se irían acumulando poco a poco sin importarme demasiado. Y digo yo que como todas estaríamos igual, bien recubiertas de mugre, pues no me sentiría discriminada para nada. El tufillo… yo creo que me haría inmune a él.
Me pondría un tapa rabos de esos que llevan, las peras en completa libertad y me pasaría el día haciendo collares y pulserillas para todo cristo, vamos que íbamos a ser la tribu más enjoyada de la sabana, la envidia del desierto.
Y entre bisutería y trabajos manuales varios, me echaría un marido himba negro como el hollín, y para perpetuar nuestro linaje tendríamos niños himba, a los cuales también embadurnaría con el ocre sagrado de las mujeres.
Aprendería sus danzas y por las noches alrededor de la hoguera, junto con el chamán de la tribu, me marcaría unos buenos bailes africanos intentando chapurrear su lengua.
Así, tranquilamente, sin prisas, transcurriría mi nueva vida lejos de la teoría de la literatura. Y todos podríais venir a verme al poblado y os mostraría las ancestrales costumbres himba con mucho gusto, como si fuese una nativa, como si nunca hubiese oído hablar de occidente y sus estudios literarios.

מרינה

1 comentario:

abrevadero_chick dijo...

q weno... seguro q toni se engancha hoy a verlo!