miércoles, 8 de julio de 2009

El código genético no falla.

Es probable que a alguna de nosotras ya nos hayan dicho alguna vez esa expresión que cae sobre ti como una apisonadora, “eres igual que tu madre”. No importa la boquita de la que proceda dicha combinación de palabras que juntas forman un cóctel molotov, porque el resultado es el mismo. Sonrisa, asentimiento y por dentro te estás cagando en la madre que parió a Panete y a toda su familia.
El problema no es ser igual que mi madre, que en ocasiones reconozco que lo soy, sobre todo cuando me entra el nerviosismo, cuando pretendo ser esa mujer rayo que intenta sobrepasar la velocidad de la luz y acabar con todas las obligaciones en un abrir y cerrar de ojos, o cuando nos gritamos la una a la otra sin ningún control hasta que nos quedamos bien descansadas. Y sí, es una putada parecerse a tu madre, sobre todo en los aspectos menos loables, pero dentro de lo malo no es lo peor. El problema es darte cuenta de que eres igual que tu abuela, eso sí que es una catástrofe de dimensiones descomunales, y más cuando es un ser poco social, concretando más, huraño.
Caminaba de vuelta a casa con Frodo sumida en mis pensamientos, cuando veo a la abuelita escondida en la penumbra de su ventana, mirando a través del cristal como de costumbre. Yo prefiero llamarla “Gran hermano”, y no por las virtudes propias de un hermano mayor, más bien por el programa de televisión. Abuelita es como una de las cámaras de la casa, 24 horas al día de vigilancia y ni el más nimio detalle queda fuera de su campo de visión, vamos, como si fuera la guardiana del castillo.
Y en ese mismo instante algo ha hecho “click” en mi cabeza. ¡¡¡Por las barbas de Cristo si soy igual que mi abuela!!!
Ya sabía yo que eso de montarme el puesto de vigilancia en la terraza, controlar cada paso que daba Omar y conocer al detalle todos sus movimientos lo tenía que haber sacado yo de algún sitio, que no se me había ocurrido sola. Y es que entre la vena cotilla del pueblo y los genes alcahuetes, herencia de abuelita, no podía ser de otra manera. Lo raro es que estas tendencias no hubiesen aflorado antes.
Y yo me pregunto ¿y si abuelita hubiese sido consciente de su potencial espiatorio hace unos cuantos añicos? ¿Hubiese cantado otro gallo? Nunca lo sabré.

מרינה

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