viernes, 3 de abril de 2009

Capítulo 56.

8:58 de la mañana. Lanzo un grito ahogado audible en todo el bloque, porque, en dos minutos exactos, parte mi autobús a Zaragoza y yo no estoy en él. Yo sigo en mi cama gracias a la típica frase “cinco minutitos más”, que se han convertido en dos horas.
Me levanto odiándome a mí misma, me cago en la madre que parió a panete, a ver qué hago yo ahora. Me pongo la misma ropa que llevaba ayer noche, que huele a tabaco y a alcohol que apesta, vamos, como yo. Meto en la maleta cuatro cosas que necesitare para sobrevivir y salgo de casa cagando leches hacia Avenida América.
Ostias, me fui tan rápido que no me he peinado, y tampoco me he desmaquillado, parece que me han dado un puñetazo en cada ojo. La boca, como una alpargata, las manos, ennegrecidas, Dios sabe porqué. Me pregunto en qué momento de la noche dejé de ser una señorita y me convertí en una yonqui.
Por el camino resucita el infernal dolor de cabeza auspiciado por las cañas de más. A cada paso me duele más y parece que mi cabeza se autodestruirá en diez, nueve, ocho… de las tripas mejor ni hablar. Debo de tener una cara de pena y sufrimiento descomunal, pues, a diferencia del resto de los días, el repartidor no intenta meterme el periódico en la boca cuando paso por su lado.
Camino por el metro dejándome arrastrar por la multitud y dejando también que las ruedas de mi maleta se lleven por delante todos los pies que encuentran en su camino, no tengo fuerzas ni para girar la cabeza y disculparme.
Recordaré durante bastante tiempo esta resaca de carretera, pero también recordaré la noche de ayer con una amplia sonrisa, pues eran todos los que estaban, aunque no estaban todos los que son, faltaba Ruth, el pequeño saltamontes, como yo la llamo, entre otros, pero no fallaron ni AliOli, ni Melej, ni Osito, ni Nativi-Dah.
Estamos cenando en un garito.
-Uhh, demasiada cerveza, vayamos a evacuar -le digo a Nat.
Entramos en el baño y me dice:
-Tú, Marina, tienes que buscarte un ingeniero y dar el braguetazo, que esos ganan pasta.
-Bueno, me acabo de dar cuenta de que llevo toda la noche con la bragueta bajada ¿te vale esto como un buen comienzo?
Salimos fuera y al reunirnos con los chicos nos dicen que nos vamos a otro bar, continuando así con nuestra ruta de garitos. Lo dicho, cambiamos de lugar y, de repente una fugaz idea retorna a mi mente. ¡La cuenta!
-Eh…chicos…es que…se me olvidó pagar la cena, y yo era la encargada de pagar…- y pongo cara de “os juro que no lo hice con premeditación”.
Osito, la voz de mi conciencia me dice que vuelva a pagar. En el bando contrario Nat, el demonio que se posa en tu hombro y te susurra al oído, que me dice que no vuelva, que que les den por el culo y, aunque tengo un gran dilema moral, esta vez, como casi siempre, estoy de acuerdo con la nena. Oye, que tengo una crisis muy profunda y, quién sabe, pero lo más probable es que necesitemos ese dinerillo para tomarnos la última.

מרינה

No hay comentarios: