martes, 21 de abril de 2009

Capítulo 66.

-¿Has llorado?-me pregunta Oli.
Sonrío, agacho la mirada y niego.
No es descabellada tal pregunta. Entre sollozos llegué al mundo, haciendo pucheros me pasé los primeros años de mi vida y así llegué a ser como soy, de lágrima fácil.
Mi madre siempre me recuerda que me pasaba el día llorando, hablaba llorando y eso era algo que acompañaba a todo lo que yo hacía.
-¿Es que todo lo tienes que pedir llorando?-me dijo un día.
-Es que no lo puedo evitar.
Cierto, no puedo evitarlo, me emociono fácilmente. Si me pasa algo malo, lloro, y si me pasa algo bueno, también. Lloré con mi primera beca, con mi primer sobre, con casi todas las pelis, con las despedidas… soy un caso.
Lloré como una magdalena cuando Ruth se fue, mi pequeño saltamontes, mi casi alma gemela, no había consuelo para mí, pero he conseguido no soltar unas lagrimitas cuando la he visto. Mi compañera fuenlabreña de andanzas por la comunidad, mi familia de la capi. La que siempre me recuerda las cosas, así me va, ocho meses sin ella y esto es un completo desastre.
A veces la mataría, a veces tiene cada una de bombero, pero sólo ella se comió una bronca que me correspondía a mí por reírme de una compañera de clase. Era inevitable no reírme de la pobre chica que confundió proselitismo con proxeneta, pero reconozco que las carcajadas en estéreo y el hecho de señalarla con el dedo como una acusica eran detalles que sobraban.
Sólo a ella dejo que me diga cosas como “qué fea la hija de puta” a causa de una maldita foto en la que parezco una ratona, y sólo a ella mando mensajes del tipo “tía, llevo las tetas llenas de cerveza”, que nadie piense mal, es que del ciego que llevaba se me calló el litro encima.
Te echo de menos, demasiado.

מרינה

No hay comentarios: