viernes, 10 de abril de 2009

Capítulo 61.

Todas las noches me acuesto diciéndome que mañana será otro día, que este entumecimiento muscular irá desapareciendo paulatinamente y por fin dejaré de ser una tullida que aúlla interjecciones de dolor cada vez que se sienta o se levanta. Pero no, este maldito martirio no desaparece si no que va in crescendo día tras día.
Me junto con Pilar, la otra lisiada, para ver que tal van sus dolencias, las cuales llevan la misma trayectoria que las mías. Parece que nos han dictado un guión, pues cada vez que nos movemos soltamos al unísono los mismos lamentos, y habría que vernos bajando escaleras, vamos tan tiesas intentando no mover ninguna articulación que parecemos un par de robocops.
Todo aquel que nos ve intenta darnos su remedio casero para aliviar este tormento, cada uno aporta su granito de arena con las recetas de la abuela y así, a lo largo del día, podría haber escrito ya un libro sobre las agujetas y sus particularidades. Pero por el amor de Dios, si son todo leyendas urbanas, típicos tópicos. Podría perder mi tiempo en probar todos y cada uno de los métodos que me recomiendan y estoy segura al cien por cien de que ninguno de ellos funcionaría. Es más, pongo la mano en el fuego a que se me pasaban estas infernales agujetas antes de que terminase todos los experimentos.
De todas maneras, es que cada uno te dice una cosa, uno agua con azúcar, otro que movimiento, otro que descanso. Joder, si al final me llegarán a recomendar que haga vudú, que seguro que con eso se nos pasan todos los males, o por lo menos hacemos el gamba un rato.
A veces no hay quien entienda a la sabia sabiduría popular.

מרינה

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