domingo, 5 de abril de 2009

Capítulo 57.

Podría haber pasado por una noche como cualquier otra, pero, en realidad, los pequeños momentos son los más grandes. Un sofá, un café calentito entre las manos, una buena compañía y, por supuesto, una de esas conversaciones que llevamos a cabo las mujeres cada cierto tiempo.
La cosa consiste en dar a conocer acontecimientos que sean potencialmente secretos u oscuros para el resto de las asistentes al coloquio. Después de exponer lo acaecido y todos los detalles que acompañen al hecho en sí, se pasa a comentar, discutir y enriquecer con más datos. Vamos, lo que toda la vida hemos llamado criticar, cotillear, poner verde, marujear… y podría seguir, porque el castellano, una lengua tan rica, tiene cientos de palabras para designar al acto de poner a caldo a todo Cristo.
Podría decirse que no ha quedado títere con cabeza en la Comarca del Bajo Gállego, pocos han logrado escapar a nuestras lenguas viperinas. Sí, estamos hechas unas arpías, y no me avergüenza decirlo, el problema sería que no lo reconociésemos, pues esto del cotilleo no es nuevo, es algo que viene de serie si eres español, yo creo.
Y para que se vea que en el fondo es una actividad didáctica, de la cual puedes aprender para seguir leyendo en este libro que es la vida, y que no sólo es el placer por el placer, diré que me he dado cuenta de que, en este pequeño lugar, en el cual parece que el tiempo se sucede muy despacito, y que, con el paso de éste, las cosas poco cambian, hay determinadas cosas que van a un ritmo vertiginoso.
Relaciones truncadas, peleas que acaban en juzgados, embarazos, algunos problemáticos desde el principio, bodas, divorcios, infidelidades… Esto es una locura, un caos.
Esta vez hemos hecho una excepción y hemos permitido la presencia de un hombre durante la sesión, porque no conoce a casi nadie y, básicamente porque está en su casa. Se le oye reírse de los imaginativos apodos que usamos y, de vez en cuando, levanta la vista del ordenador para decirnos que somos unas malas pécoras. Y la verdad es que tiene razón, pero seguro que nosotras también estamos en boca de otras, y esas otras, a su vez, en boca de otras, así que ¿por qué dejarlo si es divertido? Eso sí, siempre con ciertos límites.

מרינה

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