domingo, 12 de abril de 2009

Capítulo 62.

Famosa soy por mis colosales meteduras de pata, por mis ataques de sinceridad desbordante, por esos momentos fugaces en los que los pelos en la lengua desaparecen como por arte de magia.
Estoy con mi madre en un conocido bar del pueblo echando ese cafecito mañanero que tanto me gusta. Debo de llevar como un par de minutos buceando por mi mente pensando en cualquier tontería que no viene al caso, porque de repente oigo lejana la voz de mi madre que me devuelve a la realidad.
-Dice Lorenzo que eres muy seria- me dice ella.
-Pues yo digo que Lorenzo es un gilipollas- le contesto con toda mi mala uva y alargando la g de gilipollas, para que sepa que no es un gilipollas cualquiera.
-Ay, hija, cómo eres- me dice mi madre, compungida y avergonzada por mi espontánea a la par que inapropiada respuesta, señalando al tal Lorenzo.
Me giro para ver al supremo gilipollas y dedicarle una de mis miradas de “nos caemos mal mutuamente, pero tú me caes peor a mí, que te quede bien claro”, cuando me doy cuenta de que estamos hablando de Lorenzos diferentes y el que tengo delante no es el Señor G, pero me pone la misma cara de asco que el otro, lo cual no me extraña.
¡Jodeeeeer! ¡qué cagada más grande! A ver cómo me lo monto yo ahora para arreglar esto. Con voz temblorosa y cara de niña buena intento explicarle que esto es una magnánima confusión, que yo me refería a otro, que no tengo nada en contra suya, y lo de la boquita no tiene explicación, soy así. Sólo espero que este buen hombre sea compasivo y no piense de mí lo que cualquiera pensaría.

מרינה

1 comentario:

Yo misma dijo...

Hola Marina;
jajaja,bueno no es malo meter la pata a veces o no tener pelos en la lengua, lo importante es que cuando la metemos hasta el fondo se pueda arreglar...y si no...¿te importaba mucho ese Lorenzo? buaaa quien es Lorenzo....?