viernes, 24 de abril de 2009

Capítulo 69.

Una vez más me dispongo a surcar la A-2, esta vez con un compañero de viaje del cual no tengo nada que objetar. Cierro los ojos y me concentro en lo que escucho. Va a ser de los pocos días en los que no me quedo observando el paisaje que va quedando tras de mí. Está grabado con fuego en mis retinas de tanta ida y vuelta y casi puedo recordar cada detalle del camino.
Dos son mis puntos preferidos, Brihuega, pasado Guadalajara, y su castillo con el cartelito de interés turístico, que hace que siempre que pasamos me diga que algún día iré, y así pasará toda la carrera y todavía no lo habré visitado; y un punto localizado a hora y media desde Zaragoza a Madrid, es simple, pero yo encuentro en él un encanto especial. Es una cuesta, hay una especie de montículo al cual le han hecho un corte tajante para que la carretera pueda atravesarlo. Lo que me fascina son los estratos de la tierra, los sedimentos acumulados durante miles de años y los dibujos que éstos han creado al plegarse por la fuerza de placas tectónicas o cosas de esas. No sé si me explico, y ya sé que es algo muy simple, pero no dejo de quedarme admirada ante la acción de la naturaleza sobre el territorio arcilloso.
Llegada por fin a la estación central de Zaragoza. Bajo del bus, me hago un hueco entre la gente para coger la maleta. Bien, alargo un poco el brazo y ya la toco. Me agacho, la cojo, tiro de ella y al incorporarme, clon, ostión en la cabeza al canto. Lanzo un aullido involuntario que provoca miradas y risitas varias entre el resto de los viajeros y parte de sus familiares.
Logro escabullirme del control de maletas escondiéndome entre el gentío y gracias a que se me ve poco, que alguna ventaja tenía que tener esto de ser tamaño bolsillo. Subo arriba y la torre del agua y el puente del tercer milenio, reflejos de una buena temporada para la ciudad, cuando apenas podía andar por el centro y miraba con curiosidad la manada de turistas, nos dan la bienvenida a mí y a mi cigarrillo conjuntamente.
Me queda todavía media hora hasta el próximo bus, así que tiro al suelo mi maleta y me siento encima de ella observando desde la dársena que me corresponde a la variada gama de personajes que se dan en las estaciones. Maldita sea, tenía que haberle pedido a alguien que viniese a buscarme.

מרינה

1 comentario:

Perro dijo...

Hace unos años que no viaj en bus, largas distancias, pero hasta hace dos, así hacía todos mis viajes, la de cosas que me han pasao... Respecto a tu aullido, conformate, el otro día tomando el café en la cafetería del hospital, con mis compis de clase, se me cayó todo por encima, se volcó la taza aun no se como.... Y solté un alarido que mis compis calificaron de "Grito al estilo Hanna Montana" No se que será peor... Y eso que yo no soy de dar grititos ni esas cosas.. Supongo que saldría sin más de mi subconsciente....
Pues eso, que te he leido y que me voy a quedar una temporadita por aquí, por que me apetece ;) Besos.