lunes, 16 de febrero de 2009

Capítulo 18.

Todo el mundo conoce las pesadas puertas del metro, más bien parecen, en cuanto a peso, los portones del castillo, por tanto cuesta abrirlas, bueno, a mí me cuesta, no tanto a la señora que hoy me ha empotrado contra ellas y me ha dejado de pegatina.
Abría la puerta, o eso intentaba, cuando de sopetón he notado un fuerte empujón que me ha dejado incrustada a ella, y todavía no logro averiguar cómo narices han conseguido abrirla conmigo pegada. Vamos que me han empujado contra la puerta hasta que ésta se ha abierto, y ahí me han dejado, de cartel publicitario.
Me doy la vuelta ardiendo de ira para mirar a los ojos al desgraciado que me ha pasado por encima y me encuentro con una señora, y digo señora, porque ya estaba entrada en años, no era ninguna niña, es más, ella misma seguro que tenía ya varias niñas, y mayorcitas. Como es una señora me controlo y no le digo nada, sólo le hecho una mirada en plan Jack el destripador.
Por la tarde decido no coger el metro y preservar mi integridad física, así que me doy un paseíto desde el centro hasta el barrio. Camino tranquilamente hasta que diviso unos pantalones masculinos extrañamente anchos por los bajos, subo la mirada y veo a alguien de origen sudamericano, todo encojidito, con una gorra. Las lupas nuevas no incluían visión nocturna, así que hasta que no lo tengo encima no me doy cuenta de que es Omar. Ja, menudos pantalones, a este Adonis los dioses no le dieron el don del mínimo estilo, y lo peor es que a mí no me importa, con lo que yo he sido siempre para estas cosas.
Como siempre, corta de reflejos. Me saluda, yo me quedo helada y al rato me quito los cascos torpemente. No se me ocurre otra cosa para entablar conversación que preguntarle que a dónde va con este frío, seguro que ha pensado, pero a esta tía qué narices le importa dónde voy. Y tiene razón, y es que ya no se si estoy más mona cerrando la boca y pareciendo idiota, que abriéndola y demostrando que lo soy, pero el pobre como es muy bueno me dice que va a internet. Así que yo me voy a casa maldiciéndome por mi bocaza y con la paranoia (deducida de sus gestos) de que me ignora, aunque, naturalmente, no me va a bailar una sardana cada vez que me vea por la calle. Buah, en fin, basta de pensar por hoy.
Antes de irme a dormir me acerco a la ventana, como de costumbre, y le doy las buenas noches a Omar, las que nunca contesta porque nunca oye, y le digo, ¡nada de soñar con los angelitos, eh! Sueña conmigo, porfi.

מרינה

2 comentarios:

abrevadero_chick dijo...

aaaaaais hasta q me estoy haciendo con esto... me está costando jajaja! y es más, me está gustando mucho. En cuento a tu blog de hoy es bastante melancólico y no sé que cojones estarás haciendo peor no me cojes el teléfono! mala!

AdRiAnØ dijo...

Mari es que eres genial. Tienes un estilo de escribir que es 100% tu, y los que te conocemos, no tenemos ni la menor dificultad para imaginarte en tus historias. Solo espero que esta tenga un final feliz, no me hagas una tragedia en tu primera novela ;)