jueves, 26 de febrero de 2009

Capítulo 27.

Después de tres días metida en casa, que más que persona parecía un expendedor de mocos, por fin me animo a ir a la facultad. Mejor, porque entre la ventana de Omar, el cabreo que llevo con el inútil este, y el odio que estaba empezando a surgir de lo más profundo de mi y dirigido a todo el mundo en general, sin ningún motivo en concreto, es decir, que era claro fruto de mi gripe, estaba empezando a avinagrarme.
Como todos los días, entro en el metro y hago el repaso matutino de friquis ¡toma! Uno de los mejores de todo el año. Una nena que en su casa no dan abasto para comprarle colorete, es más, los científicos se la rifan para probar con ella la nueva operación de cirugía estética, el colorete permanente. Desde los ojos, rodeando la mandíbula, hasta la boca, es decir, todo el moflete, pero entero, entero, de color rosa, más rosa que… que… no sé, algo muy rosa. Todo el vagón mira a la pobre chica, claro, como para no verla, si es que parece una pared pinturrujeada por mi prima la pequeña, no, mi prima la hubiese pintado mejor, Picasso la hubiese pintado mejor. O eso, o que la chica ha dejado de pagar la factura de la luz, que, tal y como están las cosas últimamente, tampoco me extrañaría.
Me escondo detrás de la carpeta y me hecho unas buenas risas a costa de la pobre caperucita. Cuando salgo del vagón me entra la poca culpabilidad que me puede entrar esta semana, porque debería de haberle dicho algo a la desdichada chica y no permitir que se pasease por toda la ciudad así. Por las barbas de Cristo, si sólo le faltaban la caperuza y la cestita con pasteles. Bueno, la verdad es que mejor meterme en mis asuntos y dejar a la chiquilla que vaya por la vida como a ella más le guste. Quizás tiene aspiraciones a Drag Queen, y yo, desde luego, no soy quien para juzgarla.

מרינה

2 comentarios:

Najla dijo...

tse tse tse....mira que se puede ser criticonaaa xD

Manu MAÑERO dijo...

desde luego, cómo sois...