sábado, 7 de marzo de 2009

Capítulo 35.

Hay algo últimamente que me roba el sueño, apenas me deja conciliarlo y hace que las noches pasen como si fuesen cinco minutos. Ayer viernes me dije, mañana no me levanta de la cama ni una bomba atómica.
7:35 un portazo me levanta de un salto de la cama. Vale, alguien acaba de llegar a casa.
7:45 llegan hasta mis oídos una especie de gritos. Me asusto. Me quito los tampones. Ya sé lo que pasa aquí. Esas cosas que te gustaría no haber oído nunca pero que, inevitablemente jamás se borraran de tu cabeza, por mucho que lo intentes.
7:50 intento relajarme y dormir.
8:00 intento relajarme y dormir.
8:05 no puedo más, me levanto y me meto en la cama con Oli. Me encojo, me abrazo a ella y me tapo con el edredón hasta que no veo nada. Espero que me traspase algo de este sueño tan profundo del que hace gala. Pero no, esto no funciona así.
8:30 me levanto y me siento en el sofá a desayunar, y a esperar a que salga ese Dios del sexo. Por supuesto que alguien que desencadene en una mujer esos gritos hace que me pique la curiosidad, qué menos. Encuentro por casa su abrigo, enorme, como dos veces yo, el tipo éste debe ser 4X4.
Es demasiado pronto, Omar todavía no se ha levantado, normal, sólo yo estoy despierta a estas horas, así que dejaré la limpieza de cristales para más tarde.
Al rato se despierta Oli y se une a mí en la guardia que he comenzado a la espera de ese ser supremo. La dejo en el sofá y bajo a por el vicio. Es posible que la espera sea larga, y seguro que necesitamos fumar.
Bajo a la calle, y siguiendo uno de mis numerosos rituales que implican a Omar, levanto la vista hacia su terraza y ahí esta, con una de esas camisetas de tirantes que provocan cuantiosas fobias entre las mujeres, y que gracias a Omar, no mejoran.
Él me mira, y yo le miro, pero ésta vez no le saludo porque sigue siendo un desaborido. Así que me doy la vuelta haciéndome la interesante, sonriendo satisfecha por no rendirme una vez más a sus encantos y me dirijo al estanco contoneándome.
Cuando llega una hora razonable, en la que la gente comienza a vivir, me pongo la camiseta más ajustada y con más escote que encuentro en el armario. Parece que voy encorsetada, todas las carnes que no deberían de estar ahí han desaparecido por arte de magia, y todo lo que la fuerza de la gravedad se empeña en bajar ha subido.
De esta guisa me planto en la terraza dispuesta a dejar los cristales tan limpios que Omar me va a ver desde su balcón hasta con brillo. El objetivo de hoy es conseguir que en la mente de Omar, al verme un poco sexy y haciendo movimientos circulares con la bayeta, se produzca un clic en su cabeza que le despierte ciertas connotaciones, como por ejemplo las guarrillas éstas que lavan coches en los videoclips americanos. Ya sé que para eso mejor va un bikini, pero me niego a llegar hasta tales puntos, ya me he humillado bastante.
Ni con esas Omar se fija en mi, con seguridad que no ha pensado nada del estilo de “qué mona la vecina”, o mejor “qué sensual”, hasta con un “qué ridícula” me conformaría, eso significaría que al menos me ha visto, o que al menos ha pensado, aunque sea por primera vez en su vida. Aunque, quizás es ese uno de mis problemas, que pienso demasiado.
Por fin sale de la cueva esa deidad del goce, sin camiseta y con aires de latin lover. Toma dirección al baño, pero al verme se detiene, cambia de parecer y se acerca a mí. Lo miro fijamente, vaya, no es dos veces yo, es cinco veces más grande. Me levanto para presentarme porque desde el sofá me voy a partir el cuello de mirar tan arriba. Me coge por la cintura, el chulo éste de mierda, y le da los buenos días a mi delantera. Confusa e irritada, lo miro con altitud, a pesar de que estoy mucho más cerca del suelo que él y le digo:
-Aquí no hay nada para ti.
Me deshago como puedo de su interminable brazo y me meto en mi cuarto donde ya me siento a salvo de esas zarpas.

מרינה

1 comentario:

Manu MAÑERO dijo...

"aqui no hay nada para ti", jaja. como si lo estuviera viendo.
un bsito, filologa