viernes, 13 de marzo de 2009

Capítulo 40.

Entro por la puerta de la clase de teoría de la literatura y es como si cambiase de época y de lugar y me tele transportase, cada jueves y viernes, a la clase de la película “el club de los poetas muertos”. La diferencia es que todos parecen ser listos, menos yo.
Ésta es una clase en la que cada cual puede expresar su opinión de manera libre, tanto si es estúpida como si es interesante, y en su mayor parte son estúpidas, y mucho.
El aburrimiento se apodera de mí en esta clase con demasiada frecuencia, y así, me da tiempo a elaborar una teoría que dice que, cuantas más palabras incomprensibles para el resto de la gente uses cuando te diriges al profesor, más parece que controlas el tema. Están más preocupados de la forma que del fondo, joder ya hablo como ellos, creyendo así que todo lo que dicen es de vital importancia para esa asignatura, y ni siquiera ellos mismos se entienden, eso sí, parece que están encantados de haberse conocido.
A los 15 minutos de clase le propongo a mi amigo osito, apodado de esta manera por esa cantidad de vello corporal de la que es poseedor, que juguemos a oso. Me mira confuso y me dice en voz baja:
-No sé jugar a oso.
-¡Pero cómo no vas a saber jugar si tú precisamente eres osito! Replico asombrada y en voz más alta de la que hubiese debido.
El profesor se gira hacia mí con una de esas miradas homicidas, que yo creo van unidas a la vocación de ser docente y sólo ellos saben hacer. Claras y concisas, consiguen transmitirte rápidamente lo que quieren, que te calles esa bocaza.
Justo cuando estoy empezando a pensar que olvidé mi cerebro en la cafetería, irrumpen dos personajes del tipo “hippie de filosofía” para hacer una votación acerca de si hay huelga o no, y de paso darnos el discurso, algo que les gusta mucho.
Salgo de esa clase y me paso a otra, menos sofocante, gracias a Dios.
Vuelven a llamar a la puerta y aparecen otros dos “hippies de filosofía” para lo mismo que antes. Dicen que va a ser sólo un momentito pero a uno de ellos le da por ilustrarnos. A mí ya me están poniendo un poquito frenética. Parece que el corte de pelo suscita en mí lo contrario a lo que le pasaba a Sansón, que recupero la fuerza.
Impulsada por no sé qué, levanto educadamente la mano, y, cuando me dan el turno de palabra, digo todo lo que tengo que decir, ésta vez sin demasiada corrección política. Les digo que se den prisita, que no entiendo el motivo de ésta estúpida votación, que por otro lado tampoco me parece ética y que, hablo en nombre toda la clase, que somos cinco, cuando digo que dejen de aleccionarnos moralmente, que ya somos mayorcitas y tenemos nuestras propias opiniones.

מרינה

2 comentarios:

AdRiAnØ dijo...

Bravo!!! bravo!!fiiiiuu fiiuuuuu!!! a tomar por culo los sindicalistas!!!

Manu MAÑERO dijo...

ole tus cojones, sinceramente. es, de lo que llevas escrito hasta ahora, lo que más me ha gustado pero de largo además.

siempre me ha hecho gracia comprobar como aquellos que critican a los profesores que intentan dogmatizar en sus clases son los mismos que despues comen la oreja dia si y dia no con gilipolleces que ni ellos entienden, porque se dejan llevar por gabilondo, los cuatro pelanas del momento y bla bla bla.


y en cuanto al uso de tecnicismos en las intervenciones en clase, más de lo mismo. la vida es compleja, pero se basa en la sencillez. yo escribiendo soy pedante como nadie: pero hablando, chabacano y rudo como pocos. con esto quiero decir que no hay mas tonto que el que intenta parecer listo.

me encantas. y voy a cambiar tu hábito mañanero de no encontrar inspiracion.