martes, 24 de marzo de 2009

Capítulo 49.

Salgo de casa en dirección al mercado, un ámbito en el cual cada vez me desenvuelvo mejor, a base de práctica, como todo en esta vida. Tres minutos hay hasta allí desde mi portal y sólo en ese tiempo consigo que todo varón que está en la calle se fije en mí. Todos me miran, me saludan, me piropean. Vaya, no sabía yo que tuviese este poder para captar la atención masculina, esto es nuevo. Bendita camiseta, ¡eres mágica! Me la pienso comprar en todos los colores.
Si es que ya lo decía mi madre, dos tetas tiran más que dos carretas. Menuda razón tiene la sabiduría popular. Tendré que empezar a explotar más esta faceta que hasta ahora no conocía.
-Mira qué chica más guapa.-Le dice un barrendero al otro.
-A ver si vuelve a pasar.
-¡Mira le da vergüenza!
Hombre, pues claro que me da vergüenza, me acabo de poner como un tomate, pero ¿y lo contenta que me voy? Que una mini-dosis de autoestima nunca está de más.
Sigo andando y me doy cuenta de que los viejecillos me saludan, pero sin mirarme a los ojos. Paso por el bar y la misma historia. En el mercado están especialmente amables conmigo.
Muy alegre voy hasta que me cruzo con el estúpido de Omar. Si la inmensa mayoría me ha mirado, Omar no debería ser la excepción, pienso. Qué equivocada estoy, pasa por mi lado y lo único que obtengo es un hola en voz casi inaudible. ¡Pero qué soso eres hijo mío! Sería más visible para un ciego que para ti. No hay manera contigo chico, me cansas, me agotas, me tienes más quemada que el palo de un churrero.
Me voy a casa con mi camiseta de seductora nata notablemente crispada, preguntándome si algún día dejaré de ser invisible para este minúsculo hombrecillo o si, por el contrario, pasará a ser él el invisible a mis ojos.

מרינה

No hay comentarios: