lunes, 23 de marzo de 2009

Capítulo 48.

Llego al barrio desafiando con todas que puedo al mono, no me puedo creer que en toda la mañana me hay echado un único cigarro. Obviamente porque no tenía, que si no ahí iba a estar yo sufriendo, que ya casi tengo hasta sudores y me parece que estoy a las puertas de la fase de desintoxicación.
Ni siquiera subo a casa, me voy directa al templo de la nicotina a pedir mi dosis diaria y, cuando por fin me hago con ella, tengo tanta ansiedad que me cuesta abrir el paquete. Podría subir a casa y fumarme un piti sentada delante del ordenador, o podría fumármelo directamente en la calle y dejarme de historias. Sabia idea.
Me siento en el portal y dejo que los pulmones se me llenen de humo, que la droga entre muy dentro de mí, que ya es hora. De repente ¡ah, dolor de tripa! me quedo muy encogida en el portal porque no puedo ni levantarme y pienso que me vais a matar algún día cigarrillos, pero es que me gustáis tanto… y como últimamente sois mi único amor correspondido decido que ésta relación todavía tiene un futuro por delante, al menos un futuro inmediato. Qué pena que sólo un fumador, y drogodependientes varios, puedan comprenderme.
Consigo subir a casa y cuando se me pasa me coloco en mi puesto de vigilancia. Estoy en la terraza haciendo como que hago algo muy interesante esperando a que Omar salga de casa para ir al curro. Conozco el sonido de su puerta como si fuese la voz de mi madre. Aunque oyese ese mismo sonido en cualquier otra parte del mundo lo reconocería. Le doy diez minutos más porque me estoy cociendo, que voy a coger un moreno que voy a parecer del África subsahariana, y como me descuide, cogeré el típico moreno taxista, un brazo negro y el otro blanco.
Me asomo por encima de la pantalla del portátil y ¡ja! ahí está. Ay pero qué monooo, si se ha cambiado de chaqueta.
Pero qué gilipolleces que digo por Dios. Si hiciesen un ranking de las gilipolleces que dice la gente al cabo del día, yo me llevaba la palma con toda seguridad.

מרינה

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