jueves, 19 de marzo de 2009

Capítulo 46.

Mi madre se ha empeñado en que vaya con ella a la piscina. Procuro no acordarme de las agujetas de la última vez, pero me resulta inevitable, pues me dolía tanto el cuerpo que tenía hasta mala gana y no podía llevar los brazos si no pegados al cuerpo. Y aquellas interminables noches en las que no encontraba la postura ni a la de tres, y cada vez que me movía veía las estrellas, los planetas y todas las constelaciones descubiertas y aún por descubrir. Desde luego que tanto dolor todavía sigue vivo en mi recuerdo. Aún así me animo y le digo que la acompaño, no es que tenga ganas, no tengo ninguna, la verdad, pero voy a hacerle un favorcillo y así la mujer no se va sola.
Me toca enfrentarme a la pesadilla que vivo todos los veranos, el bikini. Bueno, en la playa es más fácil porque al lado de la abuela de 90 kilos, arrugada como una pasa y en top less yo parezco la Schiffer. Pero en la piscina cubierta la cosa cambia un poco, me faltan las abuelas con hamacas tostándose hasta puntos insuperables. Y yo, con este blanco nuclear que, quitándome la cabeza, podría pasar por albina.
Tengo para elegir un minúsculo bikini que poco deja a la imaginación, y no muy recomendado para nadar si no quiero salir de la piscina en pelotas y que todo el pueblo me vea como Dios me trajo al mundo, y un bañador de mi madre al más puro estilo años 60. Me lo pruebo y, aunque parezco sacada de la serie Cuéntame, me decido por él porque éste es más difícil perderlo. Mi bañador no peca de sacarme todas las vergüenzas, esas ya estaban ahí antes, peca de que me va grande por todos lados y me cuelga por el culo, joder que cruz, encima de feo, grande, y todo por acompañar a la mamma. Bueno, va, qué mas da. Me meto a la ducha a depilarme para estar lo más presentable posible en la piscina, llevaré unas pintas horribles, pero pelos ninguno.
Al rato aparece mi madre. Grita, como casi siempre.
-¿Otra vez en la ducha? ¡Estás siempre en remojo! ¡Menudo gasto de agua! ¡No has hecho nada en todo el día! ¡Te levantas a la hora el higo! ¡Mira cómo tienes tu cuarto! ¡Recoge el baño!
Y todo esto me lo dice a la vez, con lo cual yo no sé ni por dónde empezar. Me agobio, me bloqueo, y mientras, ella sigue voceando y dándome órdenes que intento que queden grabadas en mi cerebro, lo intento, pero pocas veces lo consigo.
Al final acabo gritándole:
-¡Sería una bendición que te quedaras muda unos días! ¿Y sabes qué te digo? ¡Que va contigo a nadar el Tato!
-Pues tú… tú… ya no vienes más a tomar el café por la mañana.
-Pues vale.
-Pues eso.
מרינה

2 comentarios:

Najla dijo...

y yo aquí acordándome de la hora en que te escuché cantar "khatiratun antiiii", está grabado a fuego en mi mente aaarrggghhhh

I promise...hace na'

Yo misma dijo...

ajaja como me he reido con tu entrada!