lunes, 16 de marzo de 2009

Capítulo 43.

No puede ser, otro día que se llego tarde a la academia, y eso que le prometí al moallem Abdul, al profe, que la próxima vez llegaría puntual, aunque por la cara que puso no se lo debió de creer. Mi trayectoria lo dice todo, y es que en cuatro cursos creo que las veces que he llegado a mi hora se pueden contar con los dedos de las manos.
Salgo de casa corriendo, y yo nunca jamás corro, ni aunque me vaya la vida en ello. Corro y corro por la calle y a la vez me voy vistiendo. Me giro y veo al autobús que me está alcanzando. Acelero, ya con la lengua fuera, y consigo llegar a la parada como un rayo, antes que el autobús. Subo, intentando recuperar el aliento y me siento a lado de una señora que se parece a la bruja Lola.
Me bajo en la parada de la boca del metro y salgo disparada. Paso los tornos y me precipito hacia las escaleras mecánicas. Acaba de llegar el tren así que bajo corriendo cuando justo en la última escalera se me sale del pie la zapatilla y sale volando por los aires. Sigo corriendo mientras miro la trayectoria que sigue la zapatilla convenciéndome de que soy capaz de cogerla al vuelo y conseguir entrar en el vagón a tiempo. Tan confiada estoy de que puedo que el destino me juega una mala pasada.
De repente me tropiezo con algo, no sé con qué porque en el suelo no hay nada, así que supongo que habrá sido con mi propio pie. Salgo como planeando en el aire, con grito incluido. Mis papeles y mi bolso también salen volando y cada uno hacia un lado. El momento desde que me tropiezo hasta que caigo en el suelo se me hace eterno, pero por fin me desplomo en medio del andén. Me quedo en el suelo echada pensando que no me puedo creer que me haya metido ese porrazo y que seguro que todo el mundo me está mirando.
Me levanto con la poca dignidad que me ha quedado, muerta de vergüenza, roja como un tomate y me paseo de una punta a otra de la estación en busca de mis enseres con cierta tranquilidad. Los recojo uno a uno y todavía me da tiempo a meterme en el tren evitando las miradas de los viajeros que, indudablemente, han presenciado el teatrillo que acabo de montar en poco rato. No comprendo el porqué de mi urgencia si de sobras sé que el tren tarda unos minutos en cerrar sus puertas.
Cuando vuelvo a casa me lo monto como puedo para coger otro camino. Me da verdadero pavor volver al metro, y menos hoy. Seguro que los guardias de seguridad se acuerdan de mí y estallan en risas cuando me vean aparecer. Lo mismo con las cámaras que vigilan el metro, que seguro que me han grabado y los que las controlan habrán pasado ya el vídeo mil una veces.
Por cierto Oli, que has conseguido emocionarme de verdad, aquí estaba yo, en la ventana de la terraza, llorando a moco tendido, pero en silencio, porque me daba vergüenza que me oyeseis llorar sólo por unas palabras dedicadas en internet y, por favor, sigue caminando a mi lado.

מרינה

2 comentarios:

Manu MAÑERO dijo...

ajam, conq una niña mocosita. interesante...

Manu MAÑERO dijo...

xcierto lo importante de tu perdida d verticalidad es q no hayas sufrido daños materiales, vease contusiones articulares y demas. hazme el favor d cuidarte o tndre q hacerlo yo.